Pepe Mármol no ha ganado ningún campeonato. Ni ha batido ningún récord. Pero su trascendencia es tan notable en la historia del Terrassa FC que ayer el Ayuntamiento le entregó la Medalla de la Ciutat a l’Esperit Esportiu, una distinción que premia sus 43 años de dedicación profesional al primer club de fútbol de la ciudad. Para entender el impacto de esta persona entre quienes han pasado por esa institución durante las cuatro décadas, sólo hizo falta observar ayer el Saló de Plens del Ayuntamiento, donde todo el mundo quería estar, donde nadie quería faltar en una jornada de tanto significado.
Pepe Mármol ha sido utillero del Terrassa FC y responsable del mantenimiento del Camp Olímpic desde que en los años 70 cerró una etapa en Alemania para venir a Terrassa, donde ya residía su entonces novia y después esposa Encarna Muñoz. Empezó ayudando a su suegro, que cuidaba del antiguo campo donde jugaban los equipos formativos del Terrassa FC. Y después sustituyó al recordado Isidre como responsable del estadio. Como profesional, su trayectoria ha sido impecable. Discreto, trabajador incansable, cercano al futbolista y a su entorno, meticuloso con cualquier detalle que le ha tocado cuidar, casi no se le recuerdan ausencias laborales. Ha priorizado en todo momento el interés ajeno al personal, siendo el ajeno casi siempre el Terrassa FC. No se ha ido de la entidad ni en los peores momentos, cuando el sueldo se retrasaba y nunca se sabía si habría nómina al mes siguiente. Incluso entonces su Terrassa estaba por delante de lo propio. Por eso y por tantas otras cosas más es venerado por quienes han pasado por el vestuario del Terrassa, sea el del primer equipo o el de cualquier formación formativa. Pepe siempre ha tenido una solución a cualquier problema, una respuesta amable a cualquier pregunta, un gesto necesario en el momento oportuno.
Pepe, además, ha sido un pedagogo para quienes han pasado por el Terrassa FC. Ha enseñado normas de educación a quienes se inician, pautas de comportamiento en lo humano y en lo deportivo, y el modo de querer a un club al que en muchas oportunidades le ha faltado cariño externo. Todas esas virtudes le han convertido en mucho más que un trabajador del Terrassa FC. Pepe Mármol es un ídolo que se siente incómodo en los escenarios públicos, que hace de la discreción una forma de vida. Un ejemplo gigantesco de terrassismo que merece el mayor de los homenajes que su club haya hecho nunca.