Se dice que después de una gran tormenta viene una gran tranquilidad. El ofrecimiento realizado por Terrassa en Comú de convertirse en socio de gobierno del Partit dels Socialistes de Catalunya a cambio de la salida del grupo municipal de CiU ha provocado una convulsión en el escenario político terrassense. La reacción ha sido de sorpresa en todos los espacios del pleno municipal y si nos fijamos en las reacciones de cada uno, podemos comprobar los estilos y la frialdad o precipitación con la que se han puesto de manifiesto las posturas.
Si empezamos por el PSC, se concluye como apunta algún miembro de la oposición, que la publicación de la noticia les ha pillado con el pie cambiado. Se dice que el pacto es firme, pero se consultará con los órganos internos. No parece la mejor forma de cerrar el tema, esencialmente, porque no se cierra. Es decir, lo fácil hubiese sido zanjar el asunto diciendo que el pacto es inamovible y si hay necesidad de consultarlo, hacerlo discretamente, sin la urgencia de saber que la ciudad está ahora esperando una respuesta.
En lo que a CiU se refiere, estamos ante el sujeto pasivo. Su posición no es fácil puesto que cree en su pacto, aunque no obtenga los réditos que esperaba por no visibilizar suficientemente su acción de gobierno. Es cierto, por otra parte, que se ha mostrado leal. Como el asunto no está cerrado, está a la expectativa y eso le sitúa en la incómoda posición de quien busca una posición digna.
TeC es el sujeto activo y lejos de buscar la discreción da un nuevo paso al frente. Se siente fuerte y muestra su músculo reivindicando su propuesta de pacto como un bien necesario para la ciudad, aunque no esconde que su mirada está puesta ya en las elecciones municipales de 2019. No perdamos de vista que han ganado las dos últimas generales en Terrassa. La cuestión está en discernir qué porcentaje de responsabilidad hay en la propuesta y hasta que punto es tóxica; el veneno siempre está en la dosis.
Esquerra dice que no ha cambiado nada para que haya pacto. La crítica es lógica, los republicanos son los menos interesados en un acuerdo de gobierno entre socialistas y comunes; el histórico y los últimos resultados electorales son signos que apuntan a una cronificación de esa alianza. Ciudadanos, muy sueltos, sin complejos, a velas venir. No tienen nada que perder y su actitud es de absoluta crítica, reclamando coherencia. Es su momento, como lo es también el de CUP de postularse como la única oferta digna de la izquierda transformadora. El PP se va al extremo y alerta sobre un gobierno de extrema izquierda. Ninguno de ellos ha querido confirmar si es verdad que coincidieron comprando palomitas cuando el asunto vio la luz. A ver cómo acaba la película.