Después de más de un siglo de vida en los que ha desempeñado diversas identidades, la Masia Freixa se apresta para la que puede ser definitiva, un centro de interpretación del modernismo terrassense. Es una buena decisión, sin duda, mejor que la de restaurante, idea que no hay que desmerecer, pero en la que no acabamos de ver al viejo icono terrassense.
La Fira Modernista ha dado un impulso excepcional a un patrimonio que teníamos infravalorado o por tanto infrautilizado como tal. Ahora somos conscientes de lo que significa esas piezas arquitectónicas, civiles e industriales para la ciudad, pero es bueno que exista un lugar donde explicarlo. Y por supuesto, no existe mejor espacio que la Masia Freixa, que reúne todos los elementos de la cotidianidad del modernismo con que se quiere distinguir la ciudad; incluso la construcción previa sobre la que se convirtió en vivienda era una estructura fabril. El destino estaba marcado.
Por lo tanto, bienvenidas la adecuación de la obra de Lluís Muncunill y el lavado de cara que se le va a hacer, especialmente con la reconstrucción del tejado, al que se van a reparar las humedades y devolverle su imagen esmerilada, tan deteriorada por el tiempo.
El parque de Sant Jordi también acogerá obras de mejora. El vendaval de ahora hace dos años provocó un importante deterioro y se va a aprovechar para recuperar en lo posible el diseño original de los que fueron jardines de la Masia Freixa hasta que hace poco más de cincuenta años pasaron a ser propiedad municipal. Ayer se presentaron las obras y los responsables municipales salieron al paso de las críticas de algunos vecinos que se quejaron de que el Ayuntamiento había talado cipreses del parque sin avisar. Al margen de la conveniencia o no, se entiende que es una intervención pertinente desde un punto de vista técnico e incluso de seguridad, lo interesante de la cuestión es cómo se vuelven contra el Ayuntamiento los procesos participativos. esta afirmación necesita una explicación. Se pidió ayuda a vecinos y usuarios del parque para llenar de usos y de vida el parque. Los vecinos, que formaron parte de la comisión, se quejan de que no se ha avisado al entorno del parque, del que ellos forman parte, de esas obras de adecuación. Los procesos participativos precisan de una gestión antes, durante y después de llevarlos a cabo para evitar frustración y malentendidos. El caso del parque es ciertamente anecdótico, pero ilustrativo. Se dieron episodios de naturaleza diversa en la Plaça del Progrés, en la Rambla y en la Plaça Nova.