(…) Los restos de los pitillos me están obsesionando tanto que el miércoles por la mañana, en el vanguardista atrio del Museo Reina Sofía, esa ampliación emblemática diseñada por Jean Nouvel que nos costó 92 millones de euros y estaba destinada, según su autor, a ser un lugar para compartir sensaciones y emociones, vi cómo una persona, que caminaba decidida junto a otra, tiraba un cigarrillo encendido. Ni siquiera era colilla, estaba más en la categoría de tres cuartos de placer nicotínico desaprovechados. Dos caladas y al suelo, que tenemos que entrar a trabajar, supongo.
Me acerqué, educado, y avisé a la lanzadora de que se le había caído algo. ¿Caído?, no, lo he tirado, me contestó mirando atrás con sorpresa, y siguió su ruta sin un asomo de duda hasta que se perdió por una puerta para empleados del museo.
Como estoy fatal, me paré a retratar a la colilla abandonada y empecé a pensar en la importancia de la ética de las pequeñas cosas (…).
(…) El PNV ha dado muestras de estar dispuesto a apoyar al PP -previa negociación compensatoria-, pero pasadas sus elecciones. Rajoy sumaría entonces 175 diputados, a sólo uno de la investidura, y azuzaría el fuego al cazo en el que hierve Sánchez, quien aparecería como culpable de organizarnos unas elecciones en plena Navidad por un vo-to. El plan puede salir bien… O no, que diría Rajoy. Nos plantamos en octubre. Para entonces, el estofado estará tierno o chamuscado, teniendo en cuenta que el egoísmo y la picaresca se han convertido en ingredientes predominantes de este cocido indigesto que es ya la política española.