Opinió

Todavía no lo entiendo

Hace ya un año que me metí en esto de la política y la verdad es que cuando Jordi Ballart me ofreció estar en su lista electoral me costó decidirme a dar el paso, no tenía nada claro esto de ser político, sobre todo por esa connotación negativa que tristemente tiene hoy día esta profesión. Finalmente valoré que no tendría otra oportunidad igual para llevar a cabo los proyectos sociales y cambios que tenía en mi cabeza desde hacía tanto y que podrían mejorar la vida de mucha gente de nuestra ciudad, así que me tiré de cabeza. Pero, una vez tomada la decisión, aún me entraron más dudas, principalmente porque no paraban de decirme cosas como “te vas a corromper”, “es imposible estar limpio” o “cuando estés dentro, ya verás cómo caes”.

Afortunadamente, no sólo no ha sido así, sino que en estos meses no he visto nada que me haga sospechar ni por supuesto he visto ni rastro de corrupción y me gusta -y alivia- poder decir que estoy rodeado de gente honesta. No creo ser una persona ingenua y quiero pensar que es así, no podría trabajar de otra manera. Por eso, si algún día veo que alguien mete la mano, lo denunciaré y estoy seguro de que muchos de mis compañeros de Consistorio también lo harían.

No entiendo a aquellas personas que desde cualquier estamento con una situación privilegiada que les otorga un mínimo poder, pensado para el bien comunitario, utilizan sus influencias o su capacidad de decisión para el beneficio propio y no el general. No concibo que haya gente que, en lugar de buscar soluciones a los problemas, busque mantenerlos y hasta empeorarlos para poder seguir lucrándose. No comprendo la corrupción, ni a gran ni a pequeña escala, me repugna el que roba millones y el que se mete en un club deportivo o en una asociación de vecinos buscando privilegios. Es la misma rata de distinta cuna. El que a pequeña escala no es honesto mucho menos lo será si tiene acceso a más poder.

Me da pena pensar que la clase política está manchada, está sucia y es por culpa de un montón de gente incapaz de pensar en los demás y que jamás debió dedicarse a la política. Ojalá podamos aportar algo para cambiar esto, quiero que en Terrassa se hable de 27 regidores limpios y honestos, que se puedan criticar la gestión, las ideas, los errores, pero que nunca se dude de nuestra honestidad. Y eso es trabajo de todos. La corrupción es una lacra de tal magnitud que nos ha manchado a todos y, precisamente por eso, los que estamos limpios tenemos que gritar bien fuerte que estamos aquí para mejorar las cosas y que ninguna cifra ni ningún lujo serán capaces de desbancar ese sueño. A mi entender, es fundamental que transmitamos esto a los ciudadanos, que sientan que pueden confiar en nosotros y que hagamos frente común para limpiar el nombre de la política.

Para conseguirlo, creo que es muy importante evitar que la corrupción sea un arma política, las insinuaciones y medias verdades no deberían ser una estrategia para ganarle espacio a otro partido. Si hay pruebas, hay que denunciar, no debemos permitir el silencio ni el corporativismo, pero tampoco arrojar sobre alguien la sombra de la duda para sacar rédito. Esto no va de colores, tampoco de izquierda o derecha, va de honestidad. Al que meta la mano hay que denunciarlo, aunque sea tu compañero o amigo, igual que hay que respetar la verdad, aunque beneficie a tu rival.

Alguien a quien admiro dice que, cuando de pequeño le preguntaban qué quería ser de mayor, respondía: “Yo de mayor quiero ser feliz”. Yo soy un afortunado porque soy feliz en mi trabajo, ya lo era mientras dirigía una entidad que intentaba mejorar el día a día de la gente de un barrio de Terrassa y lo sigo siendo -aún más si cabe- teniendo la oportunidad de ayudar a mejorar la vida de personas de mi ciudad que lo necesitan. ¿Cómo no iba a ser feliz si tengo un trabajo que es un orgullo para mí, para mi familia y para mis amigos? ¿Qué puede haber más bonito que un trabajo que me da para vivir bien, en el que me siento útil y en el que puedo cambiar cosas para intentar conseguir un mundo mejor?

Y, siendo un privilegiado como soy, sólo puedo pensar en trabajar muchísimo para devolver parte de lo que recibo, no me entra en la cabeza cómo alguien puede pensar siquiera en meter la mano. A estos espabilados me gustaría decirles que si quieren ser ricos, si quieren ser gente VIP, que inviertan en bolsa o jueguen a la Primitiva, que entren a “Gran Hermano” o que monten una banda de rock, pero que dejen en paz al ciudadano. Porque que un político sea un delincuente es doblemente indigno, no sólo roba algo material, también la confianza del que lo votó.

Ha pasado ya más de un año y sigo sin entenderlo. Y espero no entenderlo nunca.

El autior es regidor de Serveis Socials, Juventut i Lleure Infantil de l’Ajuntament de Terrassa

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