E nos va a ir un año entero, desperdiciado por obra y gracia de este tropel de castas que forman nuestro arco parlamentario, en el que somos colaboradores imprescindibles este curioso conglomerado de votantes, debidamente aderezados con buenas dosis del berrinche provocado por la rampante corrupción, los recortes selectivos en función de las castas y también, no lo olvidemos, la falta de experiencia selectiva del electorado a la hora de votar.
Todo parece indicar que nos vamos a dar de bruces contra una nueva investidura fallida. Lo más grave puede ser que esos tropiezos, a la hora de pactar gobierno, no tienen por qué ser las peores desgracias que caerán sobre nuestras cabezas en esta legislatura.
A poco que analicemos las formas y maneras de pensar y actuar de la mayoría de nuestros electos personajes, no podemos pensar que, una vez formado un gobierno, sea el que sea, este país resulte gobernable.
Un mínimo de sentido de Estado, que incluso podría ser sólo de sentido común, en estos padrastros de la Patria, ya les hubiese llevado a firmar unos pactos de legislatura que permitiesen, a quien gobierne y a quien no, tener la seguridad de que, en temas fundamentales, tendríamos el camino despejado. No hacerlo, y estar al ritmo de las curiosas coincidencias y mayorías que se irán produciendo en los temas que vayan saliendo -y que necesariamente habrán de ser muchos e importantes-, no sólo por el retraso que la larga provisionalidad está provocando, sino porque la realidad nacional lo exige, la autonómica anda ya desmandada y los asuntos internacionales pocas veces habían sido tan numerosos y de tanto calado.
Tras no llegar a pacto alguno, ya me dirán de qué sirve ser envestido, sin el apoyo constante de una mayoría, por lo menos simple.
Y más teniendo presente una “jauría” ansiosa de tumbar al PP e incluso de alumbrar medidas que casi podremos calificar de estrafalarias; nos pueden “deleitar” cambiando de nuevo relaciones laborales, enseñanza e, incluso, avanzar en el desmembramiento territorial.
Qué nostalgia sentimos algunos de cómo pactaron las más diversas fuerzas, llegando a acuerdos “en todo”, en aquella primera y única transición, donde la inexperiencia política se vio suplida con creces por la generosidad, el sentido de Estado y el buen hacer de unos señores que, aun siendo de polos opuestos, pusieron por delante el interés general, no solamente en temas políticos de gran alcance, sino en programas, planificaciones y reconversiones industriales y laborales.
No veo en ningún partido mejor disposición que la demostrada en los últimos tiempos, lo que equivale a decir que el PP en minoría no aprobará los Presupuestos, no tomará decisiones importantes y urgentes que se avecinan, o que deberían estar ya tomadas, y podemos ser el “hazmerreír” en política exterior.
Puede haber intentos de pacto del PSOE con casi todo lo restante, casi pintoresco por su variedad, con lo que los primeros problemas vendrían de la negativa europea a sus planes presupuestarios, y a continuación la desbandada inversora que ahora mas incentiva la recuperación que se está produciendo y que nadie debería poner en duda.
Nuestros datos de deuda total consolidada (muy superior a la publicada) y del déficit imparable, como consecuencia de un despilfarro público incontrolado, permiten pocas pérdidas de tiempo, aunque sigamos contando, por el momento, con el manto protector del Banco Central Europeo.