La mayoría de personas procuramos marcarnos diferentes hitos en la vida. La existencia de cada uno tendría que ser, entre otras muchas cosas, un itinerario entre la alegría y el gozo. Podemos decir que la alegría nace del anuncio de un bien que esperamos obtener, de una esperanza cierta que nos mueve con impulso y esfuerzo para que se cumpla lo que deseamos. Es la energía que nos mueve a intentar que aquello que nos alegra llegue a ser realidad. El gozo se define como el cumplimiento de aquella realidad deseada. Cuando se cumple, las personas no sólo tienen alegría, sino que viven el gozo.
Pero, aun con este planteamiento, hay una patología social que hoy se extiende a muchos lugares del planeta: el desencanto, la frustración social. Los diferentes líderes sociales nos han despertado unas ilusiones, nos han generado una falsa alegría que no podrá darse nunca, con lo cual se ha creado un grave sentimiento de frustración personal y colectiva. Nos han hablado de paz, de justicia, de solidaridad entre los pueblos, de bienestar, de dignidad; nos han hecho creer que todos somos importantes, que el consumo no tiene límites, y tantas y tantas cosas que han despertado la cultura del progreso ilimitado en todos los niveles sociales y en los distintos estratos generacionales. A pesar de los esfuerzos de diferentes grupos sociales, muchas de las promesas no se han cumplido y han generado el desencanto. Esto nos ha llevado a vivir una especie de revuelta de los desencantados que no sabemos cómo afrontar.
En un momento complejo como el actual, plantear el tema del entusiasmo es oportuno y necesario, ya que, si no se hace, difícilmente progresaremos. El primer paso para entusiasmarnos es decidir qué queremos hacer con nuestra existencia, cómo saldremos de la rutina en la que muchas veces convertimos nuestra vida. Nuestra existencia, la realidad tal como es, la que nos rodea a todos, nos tendría que generar un entusiasmo global, vital, que nos moviera a salir y transformar la sociedad. La acción humana no se genera con falsas expectativas, sino que es consecuencia de un gozo real, descubierto, sentido y vivido en nuestro entorno familiar y social. El gozo de descubrir que existir es la mejor noticia para mí y para los demás genera el deseo de saber, investigar, esforzarse, crear. Es el principal motor que hace vivir a la persona con todos los sentidos y las capacidades. Sin este entusiasmo las cosas más sencillas a menudo son un terrible aburrimiento.
Entusiasmar es hacer todo aquello que nos hace sentir el gozo de vivir, que nos hace sentir libres, que genera fiesta social. Es necesario motivar el entusiasmo desde la infancia, para que aquel que está contento, que se siente libre, desee mejorar en su entorno familiar, social, económico, político, etcétera.
La revuelta de los desencantados tiene que dar paso a la revuelta de los entusiasmados. Es así cómo podremos avanzar con fuerza y con un espíritu constructivo y pacífico.