Terrassa

Gigantes, trabucos y diablos en danza

Un niño, mueca traviesa, moja al público con el agua de una pistola y una mujer salpicada sonríe; a otra no le hace mucha gracia el disparo festivo. Avanza el Drac y los Gegants, sale el pasacalles por el Raval de Montserrat camino de la Rambla, muestrario móvil de diablos, bestiario, grupos de danza, sardanistas, remedos de bandoleros, trabucos, gitanas de cuadro, niños, niñas, músicos, petardos, lluvia tímida de confeti.

Sábado, Festa Major, seis de la tarde. Una promiscua sonoridad atraviesa la rambla cuando el compás de un pasodoble se abraza en el aire con una canción popular catalana, se oye la "gralla" de lejos revoloteando y tocando con la punta de los dedos el eco de un tamboril que un chaval golpetea con empeño ilusionado, y los clientes de una terraza se incorporan de un brinco, dejando a medias la caña preceptiva de la tarde, cuando un grupo de diablos hace explosionar su pirotecnia suave pero amenazante.

Baja la cercavila por ambos sentidos de la Rambla d’Ègara, gigantes y cabezudos de paso lento, atavíos de ángeles rebelados, unos zambombazos de trabucos pespuntean el recorrido. Un cabezudo irrumpe en el cruce de la Rambla con la calle de Gutenberg cuando va a iniciarse la demostración de danza ondulante de los gigantes y a un miembro de la organización casi le da un soponcio y corre a evitar la posibilidad de choque entre figuras de dudosa entereza visual. Nada pasa, nada malo, corro, otro corro, la banda amenizando, y unos "bastoners" con sticks a modo de bastones golpean los palos en baile arriscado a ritmo de swing.

Avituallamiento allí mismo, en el Portal de Sant Roc, y recta final del pasacalles. Espera la Plaça Vella, convertida en auditorio con cientos de personas en círculo. Allí los grupos, treinta, se despiden con nuevas demostraciones. Cae confeti, suena una batucada, suena el estampido de trabucos, entran pilares humanos de Minyons y Castellers. Tres horas, justas, de Cercavila.

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