Unas siglas sin partido han conseguido hoy lo que las siglas de los partidos no han logrado en seis meses. Unas siglas sin partido han hecho que PP, PSOE, Unidos Podemos y Ciudadanos coincidan en el primer punto de sus manuales sobre cómo empezar una campaña: el “sorpasso” hay que darlo al CIS.
Será porque el 26J es una fecha muy próxima al 20D, será porque sigue habiendo más de un 30 por ciento de indecisos, será porque uno no sabe si el voto baila entre lo nuevo y lo viejo, o la izquierda y la derecha, o será porque puede que haya más de 30 grados el día 26 y antes se llenen las playas que las urnas…
Todo es tan volátil que el CIS, hoy, se esperaba en las sedes de los partidos igual que dos aficiones esperan la final de Champions.
Porque es imposible adivinar qué pasará el 26J: si el PP suma lo suficiente, si el PSOE sufre el “sorpasso”, si Unidos Podemos es segundo, si Ciudadanos crece o aguanta. En fin, ninguna certeza que impida al estratega electoral tomarse valeriana (como poco) antes de dormir.
Y el barómetro de hoy puede que haya aumentado la demanda de tranquilizantes: el sondeo ha dicho que el PP sería primera fuerza con hasta 121 escaños, que Unidos Podemos daría el “sorpasso” al PSOE, que el PSOE tendría peor resultado que el peor de las navidades pasadas y que Ciudadanos seguiría cuarta con algún escaño menos.
Todos los partidos se han encontrado, en definitiva, con lo que no quieren, o con algo que quieren a medias. Un lío, vaya.
En esta situación casi ciclotímica, ha comenzado la campaña del 26J.
El candidato del PP y presidente en funciones, Mariano Rajoy, ha ido a Telecinco y después al Templo de Debod en Madrid para dejar claro cuál será su mensaje: el “voto seguro” es el del Partido Popular, en tanto que el voto a otros “no se sabe” que supondrá.
Porque los demás son “los que trajeron la crisis”, “compañeros de viaje extremistas” y políticos “sin experiencia de gobierno”. O lo que es lo mismo: PSOE, Podemos y Ciudadanos.
Antes, en la televisión, dio una frase de esas que encantan a los asesores para definir el programa del que puede ser el gran rival del PP, presentado bajo el formato de los catálogos de Ikea. A su juicio, “pretende ser sueco pero lo que está encubriendo es la realidad griega”.
En ese catálogo está el gran problema del PSOE y de su candidato, Pedro Sánchez, quien ha ido a la plaza Pedro Zerolo de Madrid para rendir homenaje al dirigente socialista, al activista por la igualdad y contra la discriminación, a un nombre más de la esencia y de la historia de su partido.
Sánchez es consciente de lo que tiene en juego, de ahí que, junto a un gran “Sí” de flores de vivos colores, haya hecho un llamamiento a los “socialistas de corazón” para que acudan unidos a votar.
Frente al socialismo de Pablo Iglesias, que “se vende por catálogo”, está el muestrario del socialismo histórico del PSOE, el de “la lucha” por los derechos y libertades; el socialismo de la emoción, o como ha dicho Ángel Gabilondo, el de la “conmoción”. “Tenemos que conmocionar con razones”, ha proclamado el exministro.
Y como el voto de la izquierda se mueve entre emociones, a la emoción han recurrido Pablo Iglesias y Alberto Garzón, también en Madrid, ante un mural pintado por simpatizantes, un mural para una España inclusiva.
Ambos quieren que las “urnas” se llenen de “ilusión” para que a partir del día 26 empiece un país mejor.
El candidato de Ciudadanos, Albert Rivera, ha sido más pragmático: el partido que puede acabar con el pasado de PP y PSOE, PSOE y PP, es el suyo.
Ahí está el cambio, y no en los que en su opinión se quieren “cargar” España, en referencia a Iglesias y a su formación.
Con estos mensajes ha empezado ese periodo de dos semanas en el que todas las promesas están por hacer, todas las propuestas por ser formuladas. Ese periodo que se llama “campaña”.
Mientras los candidatos recorren España de calle en calle y de mitin austero en mitin austero, por detrás, sin focos, los asesores irán estudiando encuestas diarias para saber si sus estrategias dan el “sorpasso” al CIS o si es el CIS el que da “el sorpasso” a sus estrategias.
Y puede que entonces más de uno vuelva a la farmacia a pedir más valeriana.