La prueba más relevante, al margen de las declaraciones de las víctimas, en la causa del presunto pederasta ya está en manos de los Mossos d’Esquadra. Una unidad especializada de este cuerpo analiza el teléfono móvil del acusado después de que el juzgado de instrucción le hiciese entrega del dispositivo electrónico, que los mossos intervinieron a un amigo del sospechoso porque éste se lo había dado al enterarse de que la policía iba por él.
El 11 de mayo fue detenido el imputado, un joven de 27 años, monitor de fútbol acusado, a la sazón, de cuatro delitos relacionados con abusos sexuales y corrupción de menores. Luego llegarían más denuncias. Aquel 11 de mayo, al mediodía, los mossos fueron a buscarlo a su casa, en Can Parellada, pero no se hallaba en el domicilio. Su padre, con el que convivía, informó a los mossos de que su hijo estaba al caer, pues acostumbraba almorzar en casa. Y delante de los agentes lo llamó por teléfono. Él vio la llamada y la cogió. Unos mossos quieren hablar contigo, le dijo el padre.
El imputado estaba con un amigo. Se puso nervioso, comentó a su acompañante que la policía estaba en su domicilio y le preguntó cómo borrar mensajes de su móvil. El amigo le dio nociones y él se puso a eliminar contenidos antes de encaminarse hacia su vivienda. Pero no se llevó el móvil. Se lo entregó al otro chico. Guárdalo, esta noche me lo devuelves o se lo das a mi padre, le comentó. Esa noche, el sospechoso durmió en los calabozos. Dos días después ingresó en prisión.
Cuando los policías lo vieron llegar y hablaron con él en el interior del piso, no tardaron en preguntarle por el móvil, pieza clave en las indagaciones, herramienta de algunos de los graves delitos que se le atribuían al joven. Dijo que no lo llevaba encima, que se lo había librado al chico que lo acababa de dejar en casa. Había que encontrar a aquel chico, había que localizar el móvil antes de que fuese demasiado tarde. Y a ello se pusieron los mossos en paralelo a la detención del entrenador de cadetes.
Diligencias
Los policías encontraron al nuevo portador del móvil. Le reclamaron el aparato y le tomaron declaración. El dispositivo, un móvil negro, ya estaba en poder de los investigadores, que lo adjuntaron a las diligencias que presentaron junto al detenido el 13 de mayo, cuando el sospechoso pasó a disposición judicial y entró en la cárcel.
La unidad central de informática forense de los mossos, con sede en el complejo Ègara, en la Mancomunitat, procede al vaciado de los datos del teléfono que se hayan salvado. Los técnicos policiales buscan en las entrañas del dispositivo, en carpetas ocultas, pues buena parte de la instrucción se cimenta en los mensajes e imágenes que pueda contener el artilugio. La presunta difusión de material de pornografía infantil entre sus pupilos, por ejemplo. O lo referido a un vídeo sexual de una menor de 14 años, expareja del encausado.
Imágenes pornográficas
El 21 de mayo, la unidad de investigación pidió formalmente al juzgado de instrucción, el número 2, la entrega del terminal telefónico para su examen minucioso con el fin de averiguar si contenía imágenes pornográficas de menores y para conocer la cifra de supuestas víctimas. Esos especialistas de los mossos buscan archivos de imágenes, pero también textos de correos electrónicos o mensajes enviados en redes sociales, perfiles, historiales de navegación, chats y capturas de pantalla. Cuando la unidad de informática forense acabe su trabajo, entregará su informe a la unidad de investigación de Terrassa que lleva a cabo las diligencias.
El juez instructor considera que el análisis de la terminal telefónica es un paso necesario en la investigación; fundamental para esclarecer los hechos, máxime teniendo en cuenta los indicios sobre el contenido que se infieren de la actuación del imputado, de sus apuros para suprimir mensajes y de la cesión del móvil a su amigo. De momento, los investigadores han tomado declaración a seis víctimas, pero esperan encontrar a más, tanto en Terrassa como en Sabadell. En ambas ciudades el inculpado ejerció de monitor de fútbol.