Opinió

Fuego

Ayer se quemó otro autobús. Es cierto que ante una situación así es fácil caer en un discurso alarmista e incluso demagógico; igual de fácil que todo lo contrario, quitar hierro al asunto y considerar que este tipo de situaciones entra dentro de la más absoluta normalidad porque el uso intensivo hace que se quemen autobuses habitualmente. Quizás haya un término medio y para llegar a ese punto habrá que analizar los antecedentes, el estado de la flota y la situación de la concesión.

Si hablamos de los antecedentes, nos encontramos con que en menos de seis meses han ardido tres autobuses y cuatro en menos de dos años. Hablamos de incendio, con humo, con llamas, con extintores y con bomberos. En al menos uno de esos cuatro incendios se produjo la intoxicación del conductor. Si continuamos con la situación general de la flota, nos encontramos con autobuses envejecidos, con un uso intensivo y con escasas posibilidades de rotación. Prueba de ello es que el Ayuntamiento aprobó la compra de cuatro unidades de segunda mano para oxigenar la flota, especialmente de cara al verano. Recordemos, abundando en lo relacionado al estado de los autobuses, que el año pasado incluso organizaciones vecinales se quejaron abiertamente debido las constantes averías que se sucedieron, no sólo de los aires acondicionados, sino también de tipo mecánico.

Por último, hablamos de la concesión. Es otro asunto, pero la prórroga y la incertidumbre sobre si el Ayuntamiento va a convocar otro concurso o va a municipalizar el servicio, cuestiones que todavía no están claras, genera una situación de provisionalidad que puede hacer pensar injustamente que la compañía concesionaria no hace lo suficiente por mantener o renovar la flota, porque se está acabando la concesión. Esta circunstancia no ayuda en nada.

Por tanto, llegados a este punto y sin pretender en absoluto adoptar un discurso alarmista, fatalista ni mucho menos demagógico la conclusión es que no es normal que se quemen autobuses con tanta frecuencia, entre otras cosas porque antes no pasaba. Por otra parte, no nos deja más tranquilos el hecho de que se diga que es normal que se produzcan este tipo de averías; todavía nos deja más intranquilos que se nos diga que el autobús había pasado la revisión un día antes del incendio y, por último, sólo faltaría que los autobuses no se sometieran periódicamente a revisiones. En definitiva, que no, que no es normal que se quemen tres autobuses en menos seis meses.

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