Ya van, cuando menos, cuatro. Una nueva víctima ha engrosado la lista de menores afectados por el caso de pederastia de que ha sido acusado un joven terrassense de 27 años, monitor de fútbol en un club formativo de la comarca. Las primeras diligencias de los Mossos d’Esquadra, trasladadas al juzgado de guardia el viernes, junto a la presentación del detenido, se saldaron con tres víctimas, dos chicos y una chica, pero ayer trascendió que los investigadores habían contactado el miércoles con una víctima más.
Los Mossos d’Esquadra ya consideraban el viernes que había “más casos” y siguen desmadejando el asunto, indagando sobre la trayectoria del acusado tanto en su trabajo como entrenador de fútbol base como en su faceta de encargado de una discoteca en la que presuntamente hacía ofrecimientos sexuales a jóvenes promotores del establecimiento. En las últimas semanas, las declaraciones de menores, unos directamente afectados por los abusos, otros amigos de supuestas víctimas, han propiciado que los investigadores compongan poco a poco el puzle de un procedimiento penal que se adivina de grandes proporciones.
Suspicacias
La noticia de la detención y el ingreso en prisión del entrenador, publicada ayer por Diari de Terrassa, motivó que las redes sociales se poblasen de comentarios sobre las andanzas del imputado en diversos clubes de la ciudad y su área comarcal, en un ámbito, el de la formación deportiva, donde es harto conocido y donde las suspicacias sobre su comportamiento habían salido a la superficie.
Fue, de hecho, una información surgida de un club la que propició el inicio de las investigaciones policiales. Esa entidad de formación futbolística había despedido al sospechoso, que era responsable de un equipo cadete, por un problema “de comportamiento” y tras su expulsión afloraron las menciones de sus expupilos, de unos 15 años, referidas a demandas de dinero y a conversaciones en las que el acusado, supuestamente, les preguntaba sobre sus experiencias sexuales. También les incitaba a visitar su discoteca y su casa para beber alcohol y fumar en cachimba. Y les mostró el vídeo de una joven masturbándose.
El 21 de abril unos agentes se reunieron con responsables del club, con el nuevo entrenador que sustituía al despedido y con los cadetes y sus padres y de ese encuentro salieron las informaciones que habían de cimentar las pesquisas policiales. Los investigadores indagaron en el perfil del imputado en una red social y hablaron con personas que lo conocían por su trabajo como encargado en una discoteca. Esos testigos, según fuentes próximas al caso, confirmaron que el joven había demandado servicios sexuales a chicos que ejercían de promotores; pedía sexo a cambio de dinero.
Los policías citaron a varios muchachos y consiguieron dar con el primer damnificado, al menos en la cronología de las pesquisas, un joven que explicó abusos padecidos cuando contaba 15 años, el 26 de julio del 2014, después de consumir marihuana. El episodio sexual había ocurrido en casa del acusado, al que el chico conocía “de una discoteca”. No denunció, dijo, por vergüenza.
Invitado a su casa
La declaración de ese damnificado se realizó el 5 de mayo. Cuatro días después, los mossos hablaron con la segunda víctima, un muchacho de 15 años que había entrado en el equipo del sospechoso pero lo había abandonado, sin que se conociese la causa, a los pocos días.
Ahora ya se descubre la razón: según la información que ha trascendido, el chaval refirió un abuso sexual de que fue objeto el fin de semana siguiente a su incorporación al equipo, cuando el entrenador le invitó a su casa para jugar a la videoconsola tras asegurarle que otro compañero de la plantilla acudiría también a la cita. El compañero no fue, y el chico se quedó a solas con el monitor. Después de decirle que no tenía un dinero que el menor le había dejado, abusó de él. El chico se quedó bloqueado, atemorizado, durante el acto. Su rendimiento escolar decreció, se hundió en la negrura de la tristeza y requirió tratamiento psicológico.
La tercera víctima localizada, que declaró el 12 de mayo, es una chica de 15 años que tenía 14 cuando mantuvo una relación de pareja con el encausado, al que pidió trabajar en la discoteca porque necesitaba dinero. Él asintió a cambio de que la menor saliese con él. La relación duró un mes; en ese periodo hubo dos encuentros sexuales “completos” y el imputado solicitó a la chica que le enviase fotos con ella desnuda y en ropa interior y un vídeo que la mostrase masturbándose. Ella aceptó.