Opinió

Ahogo económico y perversión política

Cuando se acercaban las elecciones generales del 20-D, a sabiendas de cuáles han sido los comportamientos de casi todos nuestros políticos y lo complicados que se presentaban los resultados, según las encuestas, escribí un artículo que titulaba "Ojalá generen confianza".

Deseo vano, pues no tardaron en demostrarnos sus más bajos instintos con insultos graves en directo, con negativas rotundas a pactar entre quienes podían aplicar las mejores soluciones y generar la necesaria confianza impulsando la incipiente mejoría económica que estábamos registrando.

Entretanto, l@s mandatari@as de las principales capitales del reino habían iniciado su andadura con medidas unas veces estrafalarias y otras de dudosa legalidad y claramente ahuyentadoras de los mayores inversores internacionales que habían puesto su mirada en España.

Viendo que el enconamiento entre partidos iba en aumento, en el mes de enero me salieron aquellos artículos "Condenados a pactar" y "Pactad, condenados, pactad", en los que creía reflejar el sentimiento mayoritario de la ciudadanía con mi temor por el mal camino que seguían las conversaciones y las negativas a tenerlas.

Obligados a nuevas elecciones, ni parecen enmendar sus comportamientos ni tienen el mínimo decoro para ahorrarnos parte de los gastos de una campaña totalmente innecesaria, puesto que llevamos ya medio año metidos en ella y en que les hemos podido "ver el plumero", desgraciadamente, a todos ellos.

Nos quedan por delante, con suerte, otros cuatro o cinco meses de incertidumbres y parálisis parlamentaria, factores que han incidido, junto con las lindezas municipales y algunas autonómicas, en la ralentización, cuando no en la huida, de no pocos inversores internacionales, quienes además de sentir aversión a nuestra inseguridad jurídica tendrán derecho a indemnizaciones millonarias en muchos casos.

Cuando un pacto de gran coalición hubiese podido acelerar el ritmo de mejoría, el panorama actual está afectando ya, en las últimas semanas, al empleo, según cantan las estadísticas recientes.

Ni las advertencias del Banco de España, de nuestros socios europeos y de la OCDE parecen hacer la mínima mella en el comportamiento de estos líderes que son mucho más egoístas e ineptos de lo que cabía suponer.

No aprovechar el impulso iniciado hace unos meses por nuestra economía puede complicar y precipitar la extensa ristra de datos escalofriantes en que sigue inmersa nuestra situación económica. Seguimos rozando el precipicio y por ello es más necesario no perder el tiempo. Esperemos que después del 26-J haga acto de presencia un mínimo atisbo de cordura.

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