Opinió

Zonas

El hecho de que Terrassa esté en la zona tarifaria 3 puede considerarse un agravio y en realidad lo es. En ese sentido la ciudad se siente tremendamente desfavorecida e incluso podría decirse que ofendida. Es cierto que en algún sitio hay que poner la frontera y que si Terrassa se situase en la zona tarifaria 2, sería Viladecavalls la agraviada y así sucesivamente. Se trata de un argumento tan grosero que quizás no vale la pena ni perder el tiempo en rebatirlo. Quizás si es necesario sumar el agravio de la zona tarifaria a otros agravios históricos en materia de movilidad que en conjunto conforman una situación que genera una cierta incomodidad al terrassense, por utilizar una expresión amable. A saber.

En primer lugar, como ya hemos comentado, se paga más por la utilización del transporte público para distancias similares. Pero no sólo se paga más, sino que se paga mucho más; la diferencia supera el treinta por ciento por dos minutos más de viaje que desde otras poblaciones cercanas. Para los que deciden coger el coche porque los trenes de FGC están masificados o, como es el caso de la joven de Viladecavlls que ha promovido la campaña por la zona 2 en change.org, les sale más barato el coche, tenemos como alternativa una autopista C-58 colapsada o un indecente peaje en Les Fonts. Con respecto a la autopista, sólo recordar que la conselleria de Territori nos quiere vender una ampliación que no es tal, puesto que no se trata de un tercer carril, sino de un vía auxiliar paralela a la autopista. No se trata de valorar sus perspectivas de eficacia, pero objetivamente no es un tercer carril.

Por otra parte, Terrassa soporta una importante cuota de solidaridad acogiendo el IV Cinturó. Aún admitiendo que es necesario, no podemos perder de vista el alto coste que significa esa infraestructura. Sabadell (la verdad es que es cansado utilizar siempre la misma comparación tradicional, pero es que también es un hecho objetivo) consiguió una ronda condicionada a un IV Cinturó del que ahora reniega y que en realidad está en cuestión.

Pero siendo malo el agravio, peor es la contradicción. La integración de la ciudad en una conurbación urbana que mira indefectiblemente a Barcelona genera un volumen de desplazamientos obvio. Se intenta promover unos hábitos de desplazamiento responsables y sostenibles y en vez de primar el uso del transporte público, a los terrassenses se les grava por el hecho de serlo.

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