Diari de Terrassa

Mustafá sacia su sed de gloria

El boxeo es un universo de solistas en el que las voces corales tienen asignados guiones secundarios. Mustafá Chadlioui, un terrassense nacido en Marruecos hace 32 años, asume ahora mismo el papel de único intérprete del pugilismo terrassense, empeñado en asomar el pescuezo tras décadas de pseudoanonimato del que colgaban infinitas páginas de protagonismo procedentes de etapas casi olvidadas. Hacía 35 años que Terrassa no contaba con un campeón de España profesional, cinturón que colgó de la cintura de Paco León como último representante de esa estirpe en 1981. Hasta que el viernes por la noche, en Ripollet, Musta, como le denominan sus seguidores, asumió el relevo al imponerse por KO en el cuarto asalto a Emmanuel Feuzeu , coaspirante a la vacante corona del peso semipesado. Un título largamente perseguido por quien en su etapa amateur se consagró cuatro veces como campeón español.

Pero Musta no representa la soledad del guerrero, figura tan literariamente correcta en un deporte de luchadores en el sentido más amplio de la palabra. Tiene carisma personal y boxeo de mucho nivel. Y eso arrastra y engancha. A Ripollet fueron más de doscientos seguidores con el recordado Paco León a la cabeza, los concejales Dani Nart y Miquel Samper, amigos y desconocidos. Musta concita interés y entusiasmo y su boxeo no genera indiferencia. Ahora ya tiene el cinturón español y guarda en un rincón de sus sueños disputar el cetro continental, vacante en estos momentos igual que estaba el estatal hasta este viernes.

En el mejor estado
Mustafá Chadlioui llevaba mucho tiempo preparando ese combate. El de su vida, hasta ahora. En su cuerpo estaba diseñado el trabajo de su preparador, Aurelio Torres, durante los últimos meses para llegar al combate en el mejor momento. Aurelio es su sombra, quien controla cada detalle de todo aquello que se mueve alrededor de Musta. Diego Valero, insigne nombre del boxeo local, es "El Maestro" en quienes todos se apoyan en los momentos de duda o de apuro. Musta llegó al día indicado finísimo en todos los sentidos. Y con la necesidad de saciar esa hambre de gloria que tanto le había incomodado.

Su aparición en el pabellón visualizó de forma inequívoca el escenario emocional del día. Acompañado de la música del grupo Rosa Rosario que lidera su amigo Isaac Real "Chaca", uno de los mejores púgiles del boxeo español en la actualidad y que se pasó por el vestuario de Musta antes del combate, irrumpió con la estela de un campeón. "Este hombre viene a buscar un cinturón", jaleaba uno de sus mejores amigos mientras los gritos de "Musta, Musta" atronaban en el pabellón Joan Creus, curioso nombre de un exquisito jugador de básquet de escaso físico para un escenario donde el músculo iba a imponer jerarquías. Musta es un tipo tranquilo que controla mil y un detalles. Pero que en el ring desata todos aquellos elementos pasionales que se guarda en el precombate.

En el templo de su vestuario, acompañado de sus íntimos y de su hijo, había diseñado un arranque estratégico, sin asumir demasiados riesgos, aunque con el propósito de marcar terreno de inmediato. Pero con los guantes calzados, el cinturón de campeón esperándole en el estuche y dos centenares de seguidores dejándose la garganta por él, Musta apareció imperial desde el primer momento, desoyendo su propia estrategia, asumiendo el protagonismo absoluto. Musta entró en el combate metiendo unas cuantas manos excelentes. Hasta que en una de ellas tumbó a su rival por primera vez. La campana salvó a Feuzeu que pudo recuperar el aliento y ganar tiempo.

A por el KO
Musta oteó la victoria. Y arrancó el segundo asalto desbocado, buscando el golpe definitivo. Emmanuel Feuzeu superó la adversidad de forma eficiente, se cargó de aire, equilibró su boxeo y recondujo la primera situación crítica del combate pese a que el castigo del primer asalto le había dejado aturdido. El tercer asalto confirmó que el papel de protagonista estaba reservado a un único boxeador, Mustafá Chadlioui. El egarense no dio un paso atrás, buscó siempre el cuerpo de su oponente y empezó a ejecutar buenos golpes. Marcó con una izquierda incómoda, castigó a Feuzeu en los costados y sus derechas, poco ortodoxas pero demoledoras, empezaron a sobrevolar el cuadrilátero. Una de ellas podía acabar con el combate. Eso sucedió en el cuarto round. Musta incrementó el ritmo, el peso de sus golpes fue cada vez más imponente y la resistencia de Feuzeu, campeón del mundo latino, se derrumbó del mismo modo que su espectacular cuerpo tras ser cazado por un durísimo golpe.

Con Feuzeu en la lona, el árbitro observando su estado antes de decretar el KO definitivo, Musta se colgó de las cuerdas del ring, brazos en alto, alzando la voz contra los obstáculos que le habían impedido llegar antes a ese trono. Cuando el árbitro dio por acabado el combate, cayó a la lona pero de rodillas, llorando, emocionalmente sobreexcitado. Abrazando a cada uno de los suyos, enlazado en la intimidad de la amistad con Aurelio Torres, o en la ternura paternal con el mayor de sus tres hijos, Musta como él. Y con el cinturón adornando su cuerpo se puso de nuevo la gorra con la que apareció en el ring, con el nombre dorado de Alí en la frente. Pero no el del extraordinario Muhamad, sino el de su padre. Cada detalle, un mensaje. Era un día demasiado especial para no cuidar la escenografía.

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