Este sábado, la costa norte de Ecuador registró un terremoto de 7,8 grados en la escala de Richter, que ha dejado al menos 272 muertos y 2.068 heridos, además de un número indeterminado de desaparecidos. El presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha asegurado que esta es "la mayor tragedia de los últimos 67 años", desde el terremoto de Ambato del 5 de agosto de 1949. Además, el Gobierno ha declarado el estado de excepción.
El sismo se produjo a las 18.58 hora local del sábado (23.58 GMT), entre los balnearios costeros de Cojimíes y de Pedernales, en la provincia de Manabí, colindante con la vecina Esmeraldas, que también sintió el impacto de las réplicas. El epicentro fue en el océano Pacífico a una profundidad de 20 kilómetros, a 28 de la costa ecuatoriana y a 173 de la capital, Quito. Desde entonces se han producido más de 300 réplicas, algunas de ellas de una intensidad de hasta 6,1 grados.
El terremoto, que se inscribe entre los diez más letales registrados en América Latina durante los últimos veinte años, ha propiciado reacciones de apoyo de Gobiernos, organizaciones y entidades del exterior, así como envíos de ayuda humanitaria. El alcalde de Terrassa, Jordi Ballart, ha mostrado su apoyo a través de Twitter. "Toda la solidaridad con las víctimas y damnificados terremoto Ecuador y con la comunidad ecuatoriana de Terrassa", reza el tuit.
Sulee Loor es una ecuatoriana que vive en Terrassa desde hace trece años. Casi toda su familia sigue en Ecuador y vive repartida por localidades como Santana, Manta y sobre todo, Portoviejo, una de las zonas más afectadas. "Tenemos un grupo de Whatsapp con la familia. El sábado empezaron a decir que notaban temblores y al cabo de un rato dejaron de comunicarse. Les llamábamos y no contestaban. Estábamos asustados", asegura esta joven de 23 años, que se enteró de la noticia del terremoto por la llamada de un tío que vive en España. Poco a poco ha podido contactar con todos sus familiares y comprobar que están bien. "Por suerte, sólo tenemos que lamentar daños materiales", asegura.
Refugiados en espacios abiertos
Aunque es muy difícil mantener el contacto, ya que no hay electricidad en la zona y las líneas telefónicas no funcionan, sus familiares van informando en cuentagotas de su estado a través de Whatsapp. "Casi no les queda batería en el móvil, no pueden cargarlo y lo usan muy poco ya que si ocurre una emergencia quieren poder utilizarlo", explica Loor. "Las casas están destrozadas e inservibles", por lo que la gente está refugiada en espacios abiertos como estadios y campos de fútbol. Loor, que se siente impotente ya que no sabe como hacer llegar su ayuda a su familia, pide a la comunidad internacional que envíe todo lo que pueda ya que en Ecuador "necesitan mucho apoyo económico y psicológico." "Va a ser muy difícil levantar el país", afirma la joven.
L. G. es otro ecuatoriano residente en Terrassa. Su familia vive en la ciudad de Guayaquil, donde el puente de la avenida de las Américas se derrumbó debido al sismo. "Mi madre y mis hermanos notaron un temblor muy fuerte, los televisores se vinieron abajo pero la casa está en buen estado y no tenemos que lamentar ninguna víctima gracias a Dios", cuenta L. G., que está en contacto con sus familiares a través de Whatsapp. Aun así, su padre, que trabaja en el municipio de Jama (ubicado en la provincia de Manabí, la zona más afectada) está desaparecido. "Estamos desesperados. No dejan pasar a nadie. Mi hermano quiere ir allí pero está todo bloqueado y no dejan entrar a nadie. Es un sinvivir", asegura el chico. Este ecuatoriano, que reside en Terrassa desde 2002, y sus hermanos han colgado la foto de su padre en las redes sociales para poder encontrarlo. Si no recibe noticias en los próximos días, se plantea viajar a Ecuador.