Opinió

Éxito y fracaso, dos caras de la misma moneda

Henry Ford decía que el fracaso nos permite volver a comenzar con más información; sin embargo, en la sociedad postmoderna el fracaso es visto como una aberración más que como uno de los pasos del largo trayecto que conduce al éxito.

Convencidos, a través de las revistas de sociedad y de la pantalla de Hollywood, que el éxito es algo que se logra en segundos, nos hemos olvidado que, detrás de cada historia que leemos o vemos, hay un sinnúmero de fracasos y recodificación de datos y actitudes que, fruto de convertirse en experiencia acumulada, conducen al éxito.

Hoy, frente al desmoronamiento de los grandes sistemas financieros, frente al fracaso de tantas propuestas para mejorar nuestra condición socioeconómica, propongo revisar nuestra noción de éxito y fracaso, así como de nuestra lista de exitosos y fracasados, por el bien de las futuras generaciones.

Los seres humanos no nacemos con todas las respuestas a las preguntas que nos hará la vida en su lento o vertiginoso discurrir, según sea la edad en que la misma culmine. Es a raíz de una serie de actuaciones en formato de ensayo-error que aprendemos qué hacer y qué decir en cada circunstancia. Ese aprendizaje se ve optimizado mediante el proceso de enseñanza formal que constituye la educación escolar que recibimos de manera obligatoria en casi todos los países del mundo.

Aun cuando la escuela nos comunica el conocimiento y la cultura de nuestra civilización humana desde sus orígenes hasta nuestros días, por un asunto de ideología, se resaltan más los logros que las pérdidas sufridas en el camino de construirnos como seres sociales. Quizás es ahí donde está la base de nuestra errada percepción de la realidad.

Nos educan para soslayar las debilidades propias de nuestra condición humana y para exaltar las conquistas que obtenemos, sin guardar memoria de las veces que caímos antes de alcanzarlas. Al final nos percibimos como seres ascendentes en una escalera de victorias sin derrotas. Nuestra historia es más la de una película que la de una vida humana, somos los superhéroes de las películas que vemos. ¡Hasta eso hemos perdido! La posibilidad de ser seres humanos que caen y se levantan, por lo cual somos capaces de entender a los que caen y de sentir compasión y apoyarlos.

Frente a un panorama tan desolador hay que rescatar la realidad. Basta seguir comprando el sueño de que somos infalibles y estamos destinados a alcanzarlo todo con sólo decidirlo. Claro que podemos alcanzar muchas cosas si nos disponemos, pero nunca, sin pasar por caídas y levantadas. Nunca, sin hacer esfuerzos valerosos por construir un camino transitable para que otros, después de nosotros, lo transiten con más seguridad, nunca, sin aceptar que los humanos no somos máquinas y que, como humanos, somos frágiles y necesitamos del apoyo solidario de otros, para subir los peldaños de la escalera de la vi-da.

Ser exitosos pasa por la compañía de los que te ayudan cuando caes y te tienden la mano para que te levantes. El triunfo, en cualquier parte de la vida donde se dé, para que verdaderamente sea triunfo, tiene que tener impreso en él el esfuerzo y los rostros de todos aquellos que en la carrera de la vida cayeron, se levantaron, ayudaron a otros a levantarse de sus caídas y juntos construyeron el éxito que reconoce el fracaso como parte de su constitución fundamental.

Eso es ser humanos, lo demás, ¡pura ficción cinematográfica!

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