La madrugada de este domingo, 27 de marzo, comienza el horario de verano y los relojes deberán adelantarse una hora -a las 2.00 horas serán las 3.00 horas, en cumplimiento de la directiva europea que se estableció en 2011. Será el segundo y último cambio puesto que el primero, que tiene que ver con el horario de invierno, se realiza el último domingo de octubre que para este año recaerá en el día 30 de ese mes.
Los dos cambios de horario repercuten en la duración del día. En el de verano, en el que el reloj se adelanta, provoca que ese domingo, el último de marzo, tenga 23 horas mientras que en el de invierno es a la inversa. El reloj se atrasa y, por tanto, el último domingo de octubre pasa a tener una hora más, 25 horas.
El cambio de hora comenzó a extenderse de modo desigual desde 1974 a causa de la primera crisis del petróleo, momento en el que algunos países decidieron adelantar sus despertadores para aprovechar mejor la luz solar y gastar menos en iluminación. La normativa se aplica como directiva desde 1981 y se ha renovado cada cuatro años. Una de las razones que esgrimen quienes están a favor de adelantar o atrasar la hora es el ahorro energético además de otros beneficios para el comercio o también para la seguridad vial.
Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), el cambio de hora tiene un potencial de ahorro en el Estado español de unos trescientos millones de euros (cinco por ciento del consumo en iluminación). De esa cantidad, noventa millones corresponden a los hogares, lo que supone un ahorro de seis euros por vivienda mientras que los restantes 210 millones se deben a los edificios del sector terciario (servicios) y de la industria.
Prescindir de la luz artificial
Los expertos siguen insistiendo en que para un servicio energético sostenible es recomendable prescindir de la luz artificial cuándo se pueda y dotarse de sistemas luz de baja intensidad y menor consumo.
También se insta a usar tecnologías para aprovechar la luz natural. Estas tecnologías pasan por la implantación fotocélulas o sensores de luz que apagan o regulan la iluminación en función de la luz natural aportada a la zona a través de lucernarios o ventanas. Pero muchos establecimiento de servicios también aplican estos sensores en lugares de concurrencia pública como pueden ser lavabos. Muchos ayuntamientos, como el de Terrassa, también han invertido en sistemas de luz en las vías públicas más sostenibles.