Se atribuye a Coco Chanel la frase de que “nunca se es bastante delgado ni suficientemente rico”. Son frases que marcan época y que se circunscriben a una forma de ser, de pensar y de ver la vida muy determinados. Por tanto, no hace falta una regresión económica ni criterios médicos para cuestionar la sentencia. Habría que ver si la primera parte de la frase viene condicionada por la industria de la moda o la industria de la moda está condicionada por la frase. En todo caso, no cabe duda de que hoy en día los estereotipos estéticos condicionan el mercado y generan una situación que algunos no dudan en calificar incluso de discriminatoria.
Anna Riera, la psicóloga de Matadepera que consiguió que Inditex, al tiempo que se disculpaba, retirase de sus tiendas, al menos de la de Terrassa, una partida de maniquíes excesivamente delgados, ha vuelto a utilizar la web “change.org” para promover una campaña en la que la empresa del gallego Amancio Ortega amplíe el tallaje de su oferta comercial en Zara. Ya lleva más de 85 mil firmas y no sabemos hasta dónde llegará. Con la anterior campaña superó las 115 mil firmas. En todo caso, seguramente, el número de firmas es lo de menos, y lo esencial es que se abra un nuevo debate sobre la moda, las tallas y los cánones de belleza que la industria de la moda impone en la sociedad.
El asunto es francamente interesante puesto que enfrenta la universalización de la moda para que todas las personas, sin distinción de edad, altura, forma y peso contra el derecho de cualquier empresa a poner en el mercado el producto que considere óptimo para sus objetivos. Hay otras marcas que se mantienen en un tallaje máximo de la 38 o 40 y para tallas superiores han abierto una nueva linea de tiendas. Pero lo que quiere Anna Riera es que no se establezcan diferencias por tallas, sino que del mismo modelo se aumente el tamaño de las prendas.
Valga en todo caso la reflexión de la intelectual marroquí Fatema Mernissi, fallecida hace pocos meses: “A diferencia del hombre musulmán, que establece su dominación por medio del uso del espacio (excluyendo a la mujer de la arena pública), el occidental manipula el tiempo y la luz. Este último afirma que la mujer es bella cuando aparenta catorce años y al dar el máximo de importancia a esa imagen de niña y fijarla en la iconografía como ideal de belleza, condena a la invisibilidad a la mujer madura.”