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Muere el religioso y escritor catalán mossèn Ballarín

Josep Maria Ballarín Monset, fallecido hoy en Berga (Barcelona) a los 96 años, combinó a lo largo de su vida su vocación religiosa con la escritura, y fue especialmente conocido en los años noventa, cuando publicó los libros protagonizados por el rural “Mossèn Tronxo”.
Heterodoxo, poco convencional, diciendo siempre lo que pensaba, Ballarín nació el 8 de febrero de 1920 en Barcelona, formó parte de la llamada Quinta del Biberón, acabó la Guerra Civil en un campo de concentración y en 1939 vio morir a su padre y su hermana.
Enfermo de tuberculosis -cuando contaba con veinte años le dieron sólo uno de vida-, se trasladó con su madre a Matadepera (Barcelona), donde pasó más de un año sin moverse de la cama y estuvo un total de seis años en reposo, lo que le permitió leer mucho a autores clásicos como Shakespeare.
Fue en esa época cuando decidió convertirse en cura, aunque como dijo en varias ocasiones, nunca fue “clerical”, y siempre creyó que el trabajo de un capellán era “dedicarse a la gente”.
Como se afirma en el libro “Mossèn Ballarín per ell mateix”, le hubiera gustado ser monje de Montserrat, pero acabó entrando en Sant Felip Neri, puesto que no quiso renunciar a su madre.
Llegó al oratorio a los 26 años, cantó misa en 1951, y fue en Solsona donde ejerció de profesor en el Seminario y fue conocido como el “Ciencias”.
Allí practicó unos métodos pedagógicos considerados “revolucionarios”, enviándolo el entonces obispo Tarancón en 1958 al Santuario de Queralt donde, además de abrir las puertas a personas contrarias al régimen franquista, se hizo escritor, siendo su primera obra una monografía de Teresina de Lisieux, aunque la primera importante fue “Francesco”, en 1967.
“Berguedano” nacido en Barcelona, en una entrevista con Efe bromeó con que desde que fue ordenado sacerdote siempre “rebotó” hacia arriba, puesto que empezó en una iglesia que se encontraba a 1.200 metros de altitud y acabó en Gósol, que está a 2.000 metros, y tampoco escondió que “la Iglesia no ha sabido tratarme bien”.
Dueño de un particular sentido del humor y nunca partidario de tomarse en serio, no era difícil escucharle que un cura debe “ser amigo de todo el mundo”. Entre sus allegados había personas como el expresidente de la Generalitat Jordi Pujol, a quien defendió hasta el último momento, y Pasqual Maragall, otro expresidente de la Generalitat y exalcalde de Barcelona de quien dijo que era “una persona que no tiene precio”.
Autor de una cuarentena de libros, los últimos se los dictó a Emilia, la mujer que le cuidó durante más de treinta años y que sabía perfectamente de sus problemas de oído y de vista.
Escribió siempre a lápiz y era un acérrimo seguidor blaugrana, hasta el punto de que apareció públicamente para dar apoyo al expresidente del Barça Joan Laporta en las elecciones de julio de 2015.
En agosto de 1995, mientras circulaba por la autopista de Manresa, fue testigo del mortal accidente de Fernando Lara Bosch, del grupo Planeta, a quien dio la extremaunción.
A nivel literario, en el ámbito de la narrativa destacan las obras “Mossèn Tronxo”, de 1989; “Tronxo, m’hi torno” (1994); “Santa Maria, pa cada dia”, con la que obtuvo en 1996 el premio Ramon Llull; “L’illa del Guacamai” (2006) o “Pluja neta, bassals bruts” (2013).
También tiene varias recopilaciones de artículos como “La Flor de l’esperança” (2009) y otros que hacen referencia a la comarca del Berguedà y al Santuario de Queralt, que tan bien conoció.
Colaborador durante años de medios de comunicación como el periódico Avui, Serra d’Or o la televisión catalana, Catalunya Ràdio y Radio Estel.
En el año 1995 recibió la Creu de Sant Jordi en reconocimiento a su tarea religiosa y literaria y también contaba con la medalla de Oro de Berga.
Hace unos años, cuando protagonizó uno de los capítulos del programa de televisión “El convidat”, advirtió que cuando muriera no quería que se le tomara por “más santo” de lo que era y reconoció que la muerte no le daba miedo.

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