Aquellos jóvenes con un grado de discapacidad inferior al 65 por ciento se enfrentan, tras superar la edad escolar, a la dura situación de buscar un empleo. Si en el caso de cualquier persona se trata de una tarea difícil, para ellos, que necesitan trabajar con apoyo, es aún más complicado debido a sus limitaciones y a la poca predisposición de algunos empresarios a darles una oportunidad. Consciente de esta realidad, Maria Carme Rosique decidió en 2013 crear la Associació a favor dels discapacitats La Oka, que trabaja para su inserción laboral.
Gracias a las aportaciones de sus colaboradores, los voluntarios y los jóvenes se dedican a seleccionar y condicionar artículos de ropa, calzado, juguetes y libros donados para venderlos en la tienda del número 112 de la calle de Prat de la Riba, donde se ubica la sede de la asociación desde hace dos años.
Esta actividad, junto a los donativos económicos de su quincena de socios y las cuotas que pagan las familias de los usuarios, les sirve para financiarse. “Creímos que debíamos poner en marcha algún proyecto para mantener la asociación y pusimos la tienda”, explica el vicepresidente de la entidad, Jose Manuel Manero.
“Nos vimos un poco obligados a montarla para poder subsistir”, dice Rosique, que afirma que el objetivo de la asociación es que a la larga los usuarios sean los encargados del negocio junto a una persona que los supervise.
Mireia Picón, de 23 años, es una de las jóvenes que trabaja en la tienda desde que ésta abrió. Ayuda en la selección y acondicionamiento de los productos, así como atiende a los clientes o limpia el establecimiento. Aunque afirma que le cuesta un poco, le gusta pasar el día en la tienda.
Inserción
“Aprendo poco a poco y me distraigo. Es una forma de estar ocupada porque no puedes estar en casa sin hacer nada”, explica Mireia, que también participa asiduamente en los talleres de manualidades y cocina, las sesiones de discoteca y las excursiones familiares que organiza la asociación para ayudar al desarrollo laboral y social de los jóvenes discapacitados.
“Son niños que cuando salen del colegio -dice Manero- se quedan en casa hasta que llega un momento en el que no se relacionan con nadie”. Por eso, desde la asociación intentan que estos jóvenes mantengan el grupo de amigos de la escuela y participen conjuntamente en las variadas actividades que programa la entidad.
La mayoría de los cerca de veinte usuarios son estudiantes del colegio L’Heura. Muchos de ellos no llegan al 65 por ciento de discapacidad y cuando finalicen su etapa escolar, a los veinte o veintiún años, tendrán dificultadas para acceder a un puesto de trabajo.
La intención de La Oka es conseguirles un empleo ya sea en la asociación o fuera. “Nos gustaría hacer un taller de bolsos o alguna cosa similar para que los chicos y chicas puedan tener trabajo aquí mismo o fuera. Los que tienen más de un 65% de discapacidad disponen de una pequeña pensión y plaza en lugares como Fupar o Prodis pero este colectivo, no”, lamenta Rosique. En este sentido, Manero denuncia que muchos empresarios no confían en las personas con discapacidad “para que tengan una serie de cargos”. A muchas les cuesta concentrarse, sobre todo si no se trata de faenas rutinarias, y la mayoría tienen problemas de motricidad, pero desde la asociación afirman que pueden trabajar con apoyo y por eso quieren buscar empresas que les den un empleo.
Rosique y Manero esperan poder delegar próximamente las responsabilidades de los talleres, para los que buscan un nuevo local, así como de la propia tienda. Tienen el objetivo de dedicar más tiempo y esfuerzos a la inserción laboral.