Opinió

Renuncia

Pues ya leyó su discurso de investidura Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados y ni frío ni calor. Se trató de un discurso algo previsible y envuelto del buenismo del que persigue, ante todo, mostrar una imagen amable y responsable. No hace muchos días hablábamos de un teatrillo poco creíble, pero hay que reconocer que al menos el candidato del PSOE se ha movido y ha hecho el esfuerzo de intentarlo. Puestos a hacer una lectura positiva, habría que apuntarlo en su haber. Y probablemente no haya sido en balde pues, al menos, la dinámica parlamentaria, aunque de forma poco eficaz, se ha movido .

Hay quien dice que al menos el intento de formar gobierno de Pedro Sánchez ha servido para situar a cada uno en su sitio. Es una opinión discutible porque de muchas de las cuestiones del controvertido pacto con ciudadanos solo se extrae confusión; un ejemplo claro es lo concerniente a la Reforma Laboral, de la que Sánchez anuncia su derogación , pero tal cosa no se desprende de lo que del pacto ha trascendido. También ha resultado desconcertante la negociación a la carta con otras fuerzas políticas de la izquierda periférica que acompaña a Podemos, como Compromís o la Marea gallega. Y que además de poco le va a servir o recuperar algunos de los famosos 23 puntos que Mas planteó a Rajoy, algo que el independentismo catalán tiene ya más que superado. Sigue sin entenderse nada en España sobre la cuestión catalana.

El intento de Pedro Sánchez es legítimo y valiente, al margen del previsible resultado que obtenga y si de algo sirve es para comprobar los planteamientos cortoplacistas de todos los partidos políticos. Si se fía todo a unas nuevas elecciones, al margen de la sensación de inestabilidad que se va a proyectar tanto dentro como fuera de España habrá que tener muy claro como se explica a los electores el posicionamiento de las fuerzas políticas si el resultado se parece u ofrece la asimetría de las que han provocado esta situación. En algún momento habrá que fabricar un lugar de encuentro para formar un gobierno. España no es Bélgica ni tampoco Italia, aunque queramos parecernos y es obvio que no se pueden ir celebrando elecciones hasta encontrar el confort de una mayoría suficiente para formar gobierno y gobernar a base de decreto ley. Ese tiempo ya ha pasado porque el bipartidismo como lo concebíamos ha terminado y hay que habituarse a un escenario que implica algo tan difícil de asimilar en este país como es la renuncia.

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