La sucesión de José Maria Álvarez al frente de la UGT en Catalunya ha generado un debate interno que salvando las distancias también se da, o no, en los partidos políticos y que se centra en decidir por quien se debe apostar en la dirección de las organizaciones, si por los sindicalistas de trinchera o por los que se pueden denominar del aparato. En este casi, si por alguien que ha adquirido una experiencia sindical y personal dentro de la estructura de la organización o por alguien curtido en el tajo y en los comités de empresa.
No se trata de analizar la situación interna de la UGT, que debe tener en Catalunya mil y una aristas y muchos matices internos, sino simplemente de evidenciar los equilibrios de poder que se desatan ante una sucesión y las diferentes sensibilidades que pueden respirarse en su interior.
En los partidos políticos suele ocurrir que se alimente la cúpula en función de las estructuras de los partidos. El aparato es sumamente potente y las elecciones primarias quizás estén mediatizadas y controladas por las corrientes internas; es decir, son procesos democráticos a los que tienen acceso sensibilidades de distintas, pero del propio aparato. Algo parecido ocurre con la confección de las listas electorales y con los cargos internos.
Parecía que los partidos denominados emergentes pretendían instaurar una nueva forma de hacer política de puertas para afuera, pero especialmente de puertas para adentro. Es cierto que los procesos participativos se están llevando a cabo y parece que están funcionando, pero no parece que haya muchos cambios con respecto a la formación de las estructuras de poder internas.
Comisiones
Ayer se hicieron públicos los resultados del Banco Santander: beneficios de casi 6.000 millones de euros. Y aparecen precisamente cuando se ha hecho viral con casi un millón y medio de visionados, un divertido vídeo de un padre leridano que pretendía hacer un ingreso en ventanilla de diez euros en una oficina del Santander para pagar la excursión de su hijo y el empleado del banco le decía que debía cobrarle otros diez euros de comisión por el ingreso. Lo de las comisiones de los bancos es sencillamente inmoral.