Un escalofrío recorrió la espalda de la familia cuando vio que el menor, que el hijo de 15 años, no estaba en su cama el martes, a primera hora. El escalofrío se tornó desgarro cuando la madre escuchó el mensaje que el chico le había dejado en el teléfono, un mensaje alarmante en el que anunciaba que se iba de casa y pedía perdón. La policía lo buscó, y el muchacho apareció: un hombre que lo vio en el Parc de Vallparadís se prestó a ayudarlo y lo acompañó a casa.
Nada semejaba anormal en la relación con el menor hasta el punto de creer posible esa marcha voluntaria. Llegó la hora de levantarse, pero el chico no daba señales de vida. Entraron en su dormitorio, pero la cama estaba vacía. Lo llamaron, primero con calma, luego con la impaciencia rayana en el desespero. No se encontraba en el lavabo, ni en otra estancia. No se encontraba en la vivienda.
Se había ido de casa. Se cercioraron de ello cuando escucharon la voz de temblor del hijo en el mensaje dejado en el teléfono de la madre. Imploraba perdón por lo que estaba haciendo. El tono era feo, inquietante. La familia contactó con la policía. Unidades del cuerpo municipal y de los Mossos d’Esquadra recibieron la información sobre la desaparición del menor, sobre su descripción física.
Benefactor
Fue un viandante quien lo encontró, sano y salvo, en el Parc de Vallparadís. Dicen que vio al muchacho sentado en un banco, pero algo le inspiró desnorte, desazón. El transeúnte preguntó al joven si le pasaba algo, y obtuvo la información de su fuga, y la renuencia inicial a volver y enfrentarse al momento del regreso.
Eran las ocho de la mañana. El paseante convenció al chaval y lo acompañó a su casa. No trascendió, al menos en principio, quién era el benefactor. Minutos después la búsqueda se suspendió.