Ayer se quemó otro autobús. Se trata de una incidencia que entra dentro de lo probable, pero es que hace pocas semanas se quemó otro. Se puede hablar de que no hay que alarmarse, de que se trata de una desgraciada coincidencia, pero lo cierto es que se ha producido y que estos dos incendios generan no poca inquietud. Se trata de sendos episodios de gravedad que, en primer lugar, ponen en incuestionable peligro a usuarios y a empleados del servicio. Imaginemos por un momento que se produce otra desgraciada coincidencia y al incendio se une alguno de los problemas de apertura de puertas que se dieron este verano. En segundo lugar y siguiendo con el mismo hilo argumental, se producen después de unos meses de verano plenos de incidentes en el servicio motivados por la calor y por averías en puertas y en motores en una cantidad del todo inhabitual en la ciudad, hasta el punto que motivó la queja de usuarios y de la Federació d’Associacions de Veïns de Terrassa que calificaron la situación de injustificable y exigieron soluciones inmediatas. Los problemas, aunque es cierto que no con la intensidad del verano, se han venido produciendo, pero dos incendios en tan poco tiempo supera lo tolerable.
Durante el verano se achacó al calor buena parte de los problemas que se produjeron en los autobuses: los aires acondicionados no podían enfriar los interiores debido a las altísimas temperaturas y las dilataciones afectaban a motores y mecanismos de las puertas. Se habló incluso de que las incidencias no era mucho más numerosas que en otros años, pero se reconoció el envejecimiento de la flota. De hecho, el Ayuntamiento estudia la incorporación de nuevos vehículos. Durante algunas semanas circularon autobuses híbridos de prueba, pero no se ha vuelto a hablar del tema y la situación comienza a ser preocupante.
Por tanto, ha llegado la hora de que Tmesa, adjudicataria en prórroga del servicio, y el Ayuntamiento, titular del mismo, no sólo den explicaciones de lo ocurrido, sino de cómo está la flota de autobuses de la ciudad y las posibilidades de que episodios de esta magnitud se puedan volver a producir. Ya no estamos hablando únicamente de una cuestión de servicio, como atrasos en las frecuencias de paso, que en realidad son poco habituales, o de pequeñas incidencias, sino de la seguridad de viajeros y empleados. El desvanecimiento de un conductor es un accidente; dos incendios en pocas semanas esconden algo más.