Solo tres escritores terrassenses han ganado el premio Sant Jordi de novela, el más importante del género en lengua catalana: Vicenç Villatoro, en 1981, con “Evangeli gris”; Jaume Cabré, en 1983, con “La teranyina”, y, treinta y dos años después, ayer por la noche, en la Festa de les Lletres Catalanes-Nit de Santa Llúcia, que se celebraba en Tortosa, Pep Puig (Terrassa, 1969), con “La vida sense la Sara Amat”.
La obra es, en buena parte, “el viaje iniciático de una niña de unos 13 años, al principio de la pubertad, que no soporta el pueblo en el que vive, y tiene un deseo muy profundo de marchar, y de un niño algo más pequeño, que sí está conforme con su mundo, pero que se mira con fascinación a esta amiga muy especial, muy inteligente y descarada”, explicó Pep Puig ayer a este diario. Una noche de verano de 1981, jugando al escondite con el grupo de amigos, la niña desaparece. Pero no hay desgracia: Sara Amat solo se ha colado por la puerta trasera de la casa de Pep de Cal Sabater, descubriendo que con ello, de alguna manera, ya ha “marchado del pueblo”. Y durante diez días, Pep de Cal Sabater tendrá escondida a Sara en su habitación.
Realismo y paisaje moral
Narrada desde el punto de vista del niño, que de mayor recuerda esos diez días y da a conocer los motivos que tuvo la niña para “desaparecer”. La novela plantea asi una especie de “combate” entre los dos protagonistas, escondidos para discutir sobre el fin de la infancia y la entrada en el mundo adulto. Pero, todo ello, ¿no será una invención del chico?, puede plantearse el lector , que Puig cree que “ha de poder hacer su versión. La novela está explicada con ingredientes realistas. He intentado que todos los elmentos, también el paisaje moral, aparezcan tan reales como fuera posible,pero con una frontera que es la pregunta de si el niño está imaginando una ficción, para conocer los motivos de la niña”.
Así las cosas con el realismo, la localización de la historia aumentará el interés de los lectores locales. El pueblo no es otro que Ullastrell, que Pep Puig conoce bien porque de allí era su padre, “y sobretodo en verano, me llevaba a casa de los abuelos, y hacíamos juegos de noche. El paisaje humano, de costumbres, de tradiciones católicas, de un pueblo de hace treinta años me es muy familiar. Un pueblo no es un país, pero puede tener las taras, ser una metáfora, de éste. Y al llegar la adolescencia, muchos querían marchar; un amigo se fue y pasó un mes desaparecido”.
Terrassa, ciudad invernal
También sale Terrassa en “La vida sense la Sara Amat”. “Los dos niños son alumnos de la Escola Pia de Terrassa, y hay un momento en que él ha de ir a comprar los libros del próximo curso, y toma el coche de línea de Ullastrell que te deja en la plaza del Progrés. Así como Ullastrell es el espacio de los veranos, del juego y la despreocupación, Terrassa es la ciudad de los inviernos, del colegio y de los exámenes.”
Incluso Diari de Terrassa tiene un “cameo” en la novela. Al día siguiente de la desaparición de Sara, la noticia es publicada por este periódico, con el titular “Una niña de Ullastrell desaparece mientras jugaba al escondite”, y Puig la inserta en la narración (“imité el estilo de las crónicas de los periódicos comarcales”). El niño compra el diario y le da a leer la noticia a Sara, lo que motiva un diálogo. Aunque lleva cinco años viviendo en Barcelona, y en los anteriores residió en otras localidades, Puig señala que se siente muy de Terrassa, de donde es toda su familia, y tiene sobrinos que van a la Escola Pia.
El premio Sant Jordi de novela, que este año había recibido veinticinco originales, está dotado con sesenta mil euros. Edicions Proa publicará en febrero “La vida sense Sara Amat”, que será el cuarto libro de Pep Puig. Los anteriores son las novelas “L’home que torna” (2005) y “Les llágrimes de la senyoreta Marta” (2007), y las narraciones de “L’amor de la meva vida de moment” (2015).