El peligro no impregna el ambiente sólo en la calle, aunque muchos clientes de comercios así lo crean; están convencidos de que pueden bajar la guardia al entrar en el establecimiento luego de haber puesto mil ojos en la seguridad personal en la vía pública. Pero los locales están en el punto de mira de los carteristas, precisamente porque saben que sus víctimas se tornan más vulnerables, de aliviadas que se sienten. Los Mossos d’Esquadra ponen sobre aviso a los ciudadanos para aumentar su sensibilidad autoprotectora en esta campaña navideña, cuando las zonas comerciales se llenan de paseantes y compradores.
Muchos de los que después se dan cuenta, demasiado tarde, de que han sido desvalijados se zambullen en una suerte de “efecto túnel” cuando ya están en un establecimiento. Se encaminan directos a la estantería buscada, al perchero pretendido, a la caja, a donde sea. El “efecto túnel”, el olvido de lo que sucede alrededor, es aprovechado por los rateros que han hecho del hurto su forma de vida.
Una pareja entra en un comercio atestado. Ella empuja un carrito de bebé cuyos bajos han sido convertidos por la pareja en depósito de regalos, y de ropa, e incluso de bolsos y carteras. Los malhechores descuideros lo saben, y huelen el botín. Son unos especialistas, bregados en el picoteo de robos. Observan si hay cámaras de vigilancia, y unos hacen funciones de pantalla mientras otros se aproximan lentamente, con máximo disimulo, a su objetivo. Y el ratero encargado de dar el golpe pica, y tras sacar el aguijón seguramente tarda poco en pasar el botín a un compinche que parece limpio, y ese compañero saca del comercio la cartera, o cualesquiera objetos sustraídos. De esta forma, si alguien ha sospechado del primero, y éste es cacheado por la policía, el delincuente aparece inmaculado; al menos en esa ocasión, aunque los antecedentes se acumulen en su historial.
“No es recomendable hacer todas las compras navideñas de golpe, ni llevar mucho dinero encima. Lo mejor es comprar de manera escalonada”, subrayan los mossos. Tampoco se debe cargar un carrito de niño como si de un camión se tratase. Tampoco usar el automóvil como si fuera un trastero.
El cliente paga, y se le notan las prisas que, como se sabe, son malas consejeras. Mucha premura implica mucho descuido, y algunos compradores, en esa tesitura, se olvidan de dónde han puesto la cartera, y dejan las tarjetas a la vista, o exhiben sin querer un fajo de billetes que a ojos de los ladrones refulge como el sol.
Los carteristas abrevan en las calles, sí, y en los mercadillos donde algunas personas pierden el oremus cuando atacan montones de ropa de oferta y se olvidan hasta de su nombre. Pero cada vez más se sienten como pez en el agua en los comercios muy frecuentados, mas no tanto para sustraer ropa u otros artículos, que también, como para cometer hurtos sobre los clientes.
El bolso, mejor cruzado, por supuesto cerrado y delante del cuerpo. El dinero, si va suelto, lo más cerca de la piel posible. Y los cinco sentidos, en acción.
LOS DATOS
Los horarios. El 45 por ciento de los hurtos se comete en horario matutino. El 40, por la tarde. El resto, en la franja horaria nocturna
Procedencia de ladrones. Muchos de los carteristas son individuos originarios del este de Europa que residen en otras ciudades y se desplazan de localidad para actuar
LA CIFRA
9 hurtos al día. Los cuerpos policiales de la ciudad reciben cada día una media de nueve denuncias por hurtos. El año pasado la cifra total de denuncias en Terrassa fue de 3.296. Unos 770 hurtos fueron delito, no falta, al sobrepasar el botín los cuatrocientos euros de valor