La era de la comunicación convierte en tradicional lo ajeno a una velocidad endiablada. El Black Friday, muy tradicional en Estados Unidos, se ha convertido en poco más de un par de años en algo consustancial a nosotros. Allí tiene un sentido incluso lógico., tanto en su esencia como en su nombre. El Black Friday es el viernes posterior al Día de Acción de Gracias (Thanksgivin Day, si se trata de mantener el pulso de la inmersión), que es jueves y debe su nombre a que con él se da por abierta la campaña de Navidad y con las rebajas que los comercios realizaban, los números pasaban del rojo de las pérdidas al negro de las ganancias después de unos meses de opresión consumista. Las nuevas tecnologías lo ha globalizado y aquí nos lo hemos tomado ciertamente a pecho.
No se trata de juzgar si se trata de una costumbre invasora que acaba con nuestra tradiciones o nos enriquece (probablemente sea mucho peor el fenómeno halloween), únicamente poner de manifiesto con qué rapidez y con qué fuerza las nuevas tecnologías incorporan a nuestro costumario hábitos y tradiciones que nos son absolutamente ajenas. Seguramente se trata de una buena cosa tanto para comerciantes como para consumidores, pero hay a quien le cuesta más dejarse llevar por la inercia.
En Terrassa se ha hecho coincidir nuestro Black Friday particular con la inauguración de la iluminación navideña y del pesebre, muy tradicional y muy de siempre, huyendo de polémicos experimentos de otros años, en contraste con la modernidad arrolladora de un Black Friday que ya celebramos en Terrassa como si toda la vida hubiese estado con nosotros.
La negociación
El sainete de la negociación entre Junts pel Sí y la CUP está adquiriendo tintes esperpénticos que a saber cómo acabará, si con la investidura de un presidente o de cuatro. En todo caso, con velas o sin velas, lo peor es la presión a la que se está sometiendo a los farmacéuticos y a los centros sanitarios y asistenciales concertados. Que un gobierno central y otro, de momento autonómico, estén utilizando y castigando con ese desparpajo a empresas catalanas es absolutamente intolerable.