Como todas las diadas castelleras “máximas”, la del domingo fue una amalgama de emociones, y también una ocasión para el encuentro de grupos de amigos, familias (muchas con niños de corta edad, a hombros de sus padres cuando el castell), una fiesta que, con unos éxitos casi difíciles de creer, se convirtió en un acontecimiento que perdurará en la memoria de todos los asistentes. Con el quatre de deu se vieron incluso lágrimas, y se escucharon todas las exclamaciones de admiración posibles. La consecución de este castell inédito llevó además el nombre de Terrassa a todos los medios informativos catalanes.
El resto de actos de la XXXVII Diada de la Colla se desarrollaron como estaban previstas, y la actuación de vigilia en la plaza de la Torre del Palau tampoco fue moco de pavo, con tres de nou y el quatre de nou amb folre.