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Padre e hijo, compañeros de vestuario

“Que la edad es un número es una afirmación que se ha hecho popular en muchas facetas de la vida. Aplicado al deporte es más complicado, pero cuando la voluntad y el sacrificio están presentes, no hay cima que sea inalcanzable. Treinta y un años son los que separan a Pere (53) y Dani (22). Treinta y un años que no impiden a padre e hijo, disfrutar cada segundo que pasan juntos haciendo aquello que más les gusta, jugar a básquet en el CB Viladecavalls, de Tercera Catalana.

Quizás los prejuicios lo tacharán de loco, pero Pere, lo tiene muy claro “Me encuentro bien, el básquet es mi único hobby y por ahora, sigo disfrutando. El año pasado estaba mentalmente retirado, pero en Viladecavalls me dieron la posibilidad de volver a jugar junto a Dani y eso me dio aliento para seguir otro año más”.

Su hijo, Dani siempre ha ido de la mano de su referente. Empezó jugando en las categorías inferiores del Sant Quirze, y ya con 15 años veía que aquello que parecía imposible, se convertía en probable. Su padre jugaba en uno de los seniors del club. “Con 15 años, él entrenaba en la siguiente franja horaria y alguna vez me tocó quedarme a entrenar. Ahí, empecé a pensar que, quizá, algún día compartiríamos equipo. La posibilidad era real”. Y así fue, sin tener que esperar mucho, Pere y Dani empezarían con algo que aún dura, ser compañeros de equipo. Esto, podría ser dificultoso, pero es más un orgullo que un problema.

Un compañero más
“Es una situación extraña. Muy poca gente puede decir que ha jugado con su padre. La diferencia de edad está ahí pero me alegra y me satisface ver que juega con chicos de veinte años y sigue compitiendo”, afirma Dani. Para él, no supone ningún problema tener a su padre en el vestuario, y deja claro que hace las mismas cosas que haría sin su padre, “no me privo de nada, fuera de la pista tenemos una gran relación y no me cohíbo nunca. Al revés, yo me suelto, es como uno más. Dentro de la pista somos compañeros”.

Lo que podría llegar a ser un problema, ambos lo han transformado, a base de buen rollo, en una solución. “Nos conocemos mucho, hemos visto muchos partidos uno del otro y eso lo intentamos aprovechar dentro de la pista”, afirma Dani. Por su parte, Pere aún lo enfatiza más y entre una sonrisa sonrojante confirma lo inevitable: “prácticamente tenemos mejor relación dentro de la pista que fuera. Nos tratamos como compañeros y si tenemos que discutir algo lo hacemos sin ningún tipo de problema, el hecho de ser padre e hijo no influye para nada. Lo tenemos bastante claro”.

Pero el camino no siempre ha sido llevadero. Tras dejar atrás Sant Quirze, la andadura del binomio Higuero se vio cortada. Durante este tramo, se produjo uno de los mejores momentos que ellos dos recuerdan. “Jugamos en contra y hasta nos llegamos a cubrir mutuamente. Fue muy especial” afirma Dani.

Esta temporada ha sido el Viladecavalls quien les ha dado la oportunidad de volver a compartir pasión. Su entrenador, Pedro Argachal, se muestra orgulloso de esta situación y asegura que tanto Dani como Pere son un ejemplo dentro y fuera de la pista. “Creo que no se han perdido ninguna sesión de entrenamiento en lo que llevamos de curso”.

Cuando habla de Pere, Argachal sólo tiene palabras de admiración. “A día de hoy nadie tiene ninguna duda de que tiene que estar en la plantilla. A nivel de vestuario da un toque de experiencia que es muy importante. Conoce su rol, lo acepta y cuando sale es muy competitivo”. Éste, es uno de los aspectos más importantes de su camino, el respeto. En referencia a ello, Argachal comenta que “genera un gran respeto en el vestuario. Lleva una vivencia a sus espaldas enorme que seguramente nadie llegará a tenerla por muchos años que juegue”.

¿Última temporada?
Suele decir la frase popular, que una retirada a tiempo, es una victoria. Para Pere, la principal victoria es disfrutar cada entrenamiento de aquello que lleva más de treinta años haciendo. “No sé si esta será la última temporada en activo. Yo, pese a que alguien pueda pensar lo contrario, sigo disfrutando y además, me encuentro bien físicamente”.

Su hijo lo tiene aún más claro. Su deseo es sincero. “Me apetece venir a entrenar y estar con él. Jugué una temporada sin su compañía, pero siempre es mejor estar los dos juntos”. Así pues, hay historias que no tienen fin, y después de una infinidad de años, Pere Higuero, no quiere ponerse fecha de caducidad. El destino, la suerte y sus ganas de seguir compitiendo serán los testigos del final de una carrera que, a día de hoy, ya es sorprendente y no vislumbra todavía un final. Su hijo Dani, será el encargado de alargarla, luciendo con orgullo el apellido de su padre allí donde vaya.

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