Terrassa

Un ladrón roba 3.200 euros a un anciano de 87 años con el timo de la mancha

Es conocido como el timo de la mancha, pero más que un timo es un hurto en toda regla, un robo a un transeúnte. Una sustracción que culmina, eso sí, un despliegue de distracciones con una supuesta mancha en las ropas de la víctima. Y así, con ese método, un delincuente robó el jueves 3.200 euros a un anciano en el Centre.
El asaltado tiene 87 años. El jueves, a media mañana, dirigió sus pasos a una entidad bancaria de la calle Major con el objetivo de retirar dinero. Una suma importante de efectivo. Entró, se encaminó al mostrador, pidió el reintegro y mostró la documentación pertinente para recibirlo.
Obtenido el dinero, al parecer lo introdujo en un sobre y se lo metió en un bolsillo de sus ropas. Y salió de la sucursal.

Anduvo unos pasos, pero su trayectoria fue interrumpida por un individuo. Los abordajes característicos del timo de la mancha los acostumbran a perpetrar varios ladrones, dos, a veces tres, para manejar mejor el "mareo" a la víctima. Pero en esta ocasión el anciano fue requerido por un hombre solo, a tenor de la información que ha trascendido sobre el hurto.

Seguramente lo vigilaba. Pocos detalles son casuales en golpes de esta ralea. El tipo se le acercó, haciendo aspavientos, como suele ser habitual en estas distracciones orquestadas, y dijo a la víctima no sé qué de una mancha en sus ropas, hay que ver cómo se ha puesto, y espere que le ayudo. Una retahíla de cortesías supuestas que no eran sino una estratagema delincuencial para palpar al afectado, toquetearlo con el pretexto del auxilio.

Muchas veces la mancha existe de verdad, pero porque los ladrones salpican a sus víctimas con una sustancia. Otras, no hay mancha ni hay nada. Se desconoce si el anciano recibió mácula o no.

El dinero no estaba
El delincuente que simuló ser ayudador, buena gente, se marchó, y dejó al hombre allí, desorientado, pero no tanto como para no darse cuenta de que algo raro había pasado en aquella tremolina de socorros impostados. Y buscó el dinero que acababa de sacar del banco. Y no estaba donde debía estar, sino en poder del ladrón.
¿Qué podía hacer? El perjudicado miró en derredor y se dirigió a un policía municipal que se encontraba en las inmediaciones del Ayuntamiento, y le explicó sus cuitas. Un avispado delincuente le había sustraído 3.200 euros. Poco se sabe del ratero, salvo que tenía unos 35 años, parecía extranjero, medía 1,70, era de tez muy morena y vestía jersey marrón.

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