ADA vez que pasan unas elecciones, el panorama se complica un poco más. Los independentistas han perdido por 47% frente al 53% de los que no quieren la independencia. Fracaso total de las elecciones plebiscitarias, confesado por el número uno de la CUP: “No podemos hacer la Declaración Unilateral de Independencia, porque hemos perdido”. Pero Mas y sus aliados, aun sin tener la mayoría absoluta, habiendo perdido 10 diputados, quieren seguir con el proceso, con una victoria pírrica en diputados (que no en votos) que lo convierte en minoría mayoritaria: 62 frente a 63 de la suma de las otras fuerzas (dejando aparte los 10 de los antisistema de la CUP, que se lo llevan pensando un mes, y no harán presidente a Mas).
Ahora vienen las generales y los separatistas esperan, como el Santo Advenimiento, un nuevo gobierno que les siga permitiendo su golpe de Estado a cámara lenta, como lo ha definido Alfonso Guerra. Pero, mientras, no dejan de dar pasitos: tras la constitución del nuevo parlamento y los cantos de sirena de la señora Forcadell, aupada por Pablo Iglesias, vitoreando la nueva república catalana independiente. La propuesta de resolución presentada el martes 27 propone la hoja de ruta hacia la independencia. Esta rebelión ha provocado la reacción inmediata de los partidos constitucionales, no sólo en Catalunya, sino con la respuesta también inmediata del presidente del Gobierno, avisándoles de su decisión de combatir todas esas propuestas ilegales con todas las armas jurídicas y políticas del estado democrático de derecho.
¿Pero cómo se atreven, derrotados y descabezados como están, sin haber investido aún al presidente? Yo particularmente creo que este acto de rebeldía viene auspiciado por la presión de la CUP, que busca a toda costa dar pasos hacia la independencia antes de ceder a la investidura de Mas€ ¡Y ése va a ser su gran error!, porque su acto de rebeldía puede conllevar sanciones tales como inhabilitaciones decisivas, que llevarían a un gobierno alternativo ¿de concentración?, presidido por Ciudadanos, o quizás a la convocatoria de nuevas elecciones a corto plazo.
Está claro que la desobediencia a las leyes y propósito secesionista los convierte en golpistas. Llevan desde 1978 al frente de la Generalitat y se autoatribuyen falsamente la propiedad de Catalunya, pero ya han perdido la patente de corso. Lo que siente “el pueblo” de Catalunya sobre España se ve en las elecciones generales, y éstos son los datos de 2008 y 2011: el número de diputados constitucionalistas en 2008 fue de 34 frente a los 13 que sumaron CiU y ERC. En 2011, CiU y ERC sumaron 19 y los constitucionalistas, 28, pese al batacazo del PSOE que perdió 11 diputados tras el desastre de Zapatero. ¡Éste es el pueblo catalán! No sigamos engañando, teniendo sojuzgada a una mayoría de catalanes de casi el 60%, que por no ser independentistas son fachas y ciudadanos de 2.ª ó 3.ª categoría€ De los 5,3 millones de votantes del pasado 24 de septiembre, 1,8 millones de votos fueron para los independentistas, pero 2,5 millones no les votaron. Y a todo esto Mas eludiendo su responsabilidad y echándole la culpa a los voluntarios del 9-N. ¡Qué valiente! ¡Qué triste y difícil situación..! Y para colmo las generales que amenazan con más inestabilidad: Pedro Sánchez presenta de nuevo un programa atacando la religión católica, cuando un 70% de sus votantes lo son, y además un 8% de ellos son practicantes ( de los que votan PP son practicantes un 20%). Este Zapatero II por un lado vuelve a posturas guerracivilistas y después compite con Iglesias prometiendo una renta mínima. Bien se ve que envidia a Susana Díaz que con su PER tiene asegurado el gobierno desde hace 40 años. Lo de anular la reforma laboral es la espada de Damocles para volver a acrecentar el paro. Es verdad que los salarios han disminuido (llevan haciéndolo 30 años) y esto se ha de arreglar, pero podrá hacerse cuando disminuya el paro.