Ayer se aprobó en el Parlament de Catalunya la moción de Junts pel Sí y Candidatura de Unitat Popular mediante la que se ordena el inicio de la denominada “desconexión democrática” que prevé “la tramitación de las leyes del proceso constituyente, de seguridad social y de hacienda pública” de lo que debe ser la futura República de Catalunya. Una vez superado el punto de no retorno, el “procés” continúa; nadie está engañando a nadie.
La cuestión está sólo en saber cuál será su recorrido a partir de ahora. No cabe pensar en otra cosa que no sea una acción más o menos contundente del Gobierno del Estado. En función de cómo se module esa reacción el “procés” se verá interiormente fortalecido o se producirán dudas. En cualquier caso, los efectos de la decidida acción de Junts Pel Sí y la CUP hay que leerlos con perspectiva de futuro. Para ser realistas, es imposible que el procés desemboque en una declaración unilateral de independencia que sea aceptada en España y reciba, sin más el beneplácito de los países europeos y de la comunidad internacional en general.
Se trata de una inversión a futuro. Nunca en el mundo como hasta ahora se está hablando del hecho catalán, de su litigio político con España y de la entidad de las aspiraciones de una parte importante, que no plenamente mayoritaria, de su ciudadanía. Esa sea, con toda probabilidad, la consecuencia más importante de todo cuanto estamos viviendo en estos días.
La lectura más cotidiana no es menos importante, pero no tiene esa magnitud. Es importante que Convergència se esté autodestruyendo mientras se fortalece en la sombra ERC, escondida en el anonimato de Junts Pel Sí, esperando ver pasar el cadáver de su enemigo; no es menos relevante cómo diez diputados de la CUP, la misma formación con la que CDC se peleaba no hace tanto por Can Vies, están condicionando “el procés” hasta el punto de determinar quién debe ser el President; y no es menos destacable el desconcierto generalizado, el vértigo para algunos, que la situación está generando.
Lo peor que le podría pasar al “procés” sería la convocatoria de nuevas elecciones, de las que ya se ha hablado para marzo; lo mejor, la aplicación del artículo155 de la Constitución o algo por el estilo. Fernández Díaz dijo: “No va a desfilar la Guardia Civil por la Diagonal, no somos tan tontos”. A ver la inteligencia de unos y de otros.