Terrassa

Una de cada tres denuncias por robo de móvil acostumbra a ser falsa

Son capaces de detallar la camiseta con que iba ataviado el presunto asaltante, el tipo que le robó el bolso de un tirón. O de fingir que han sufrido una agresión, que dieron en el suelo tras el ataque y padecieron dolencias en la espalda. Pero para mantener viva una mentira hay que sostener el relato con persistencia, no dejar cabos sueltos, conservar la madeja del cuento sin que se suelten los hilos. Y no todos lo consiguen. Un tercio de los denunciantes acaba imputado. Muchos se derrumban cuando los investigadores detectan resquicios en los hechos denunciados, y acaban confesando. A otros les cae el peso de la imputación ante las pruebas de una fabulación pergeñada, en la mayor parte de los casos, para cobrar del seguro de telefonía móvil.

Son los simuladores de delitos. Y son unos cuantos, y provocan que los Mossos d’Esquadra dediquen horas y horas de trabajo a desentrañar robos con violencia, delitos graves y que generan gran alarma social, para acabar constatando que no existían tales infracciones penales. Lo que desde hace años era un runrún en la estadística policial, algo irrelevante, alcanza cotas preocupantes cada cierto tiempo en repuntes como el experimentado recientemente.

En los dos últimos meses, prácticamente una de cada tres denuncias por robos con violencia e intimidación en la vía pública presentadas en el área básica policial (ABP) de Terrassa resulta ser falsa, puro fingimiento. De 32 denuncias, once corresponden a artimañas, a ardides muchas veces aconsejados por el vecino o por el familiar que asegura haberlo hecho con éxito.

No siempre el simulador se lo inventa todo. En muchas ocasiones los denunciantes que acaban denunciados por los mossos engordan unos hechos para agravarlos, pues los seguros no acostumbran a cubrir, por ejemplo, el hurto de un teléfono móvil, pero sí la sustracción violenta del aparato.

Modificación del relato real
Así, el robo al descuido pasa a convertirse en la denuncia de un atraco, o un tirón. Esos casos, los de modificación del relato real, son los más, dicen los mossos. Los menos los protagonizan los que crean la patraña de principio a fin porque han perdido el móvil o lo han regalado, o simplemente pretenden sustituirlo por otro más potente.

"Ha sido violento", suelta un denunciante, "pero no he visto al autor". Y la unidad de investigación se afana a buscar imágenes en cámaras de seguridad de la zona donde supuestamente ha sido perpetrado el delito, y busca en los archivos para proceder al reconocimiento fotográfico. En fin, sigue las pautas inherentes a cualquier pesquisa policial, pero a menudo una segunda declaración de la "víctima" levanta las primeras suspicacias y el relato inicial se resquebraja para acabar viniéndose abajo.

Eso, si el denunciante no se revela rocoso, tanto como su narración, y las pruebas de la simulación se dan contra el muro de la tenacidad. Y es que los indicios de sospecha de engaño deben ser muy sólidos, fundadísimos, para que la policía pueda acudir a un juzgado con el fin de que éste autorice el seguimiento del IMEI, del código privado de identificación del móvil.

Un tirón
Una mujer de 44 años denunció hace unas semanas un robo con violencia. Alguien la asaltó, dijo, cuando salía de un colegio, y le propinó un tirón del brazo derecho para robarle una mochila de su hija, y en la mochila llevaba libros, material escolar, una chaqueta, unas gafas y un Iphone. Ella, la víctima, cayó, impactando su hombro derecho contra el suelo. El tironero huyó en una bicicleta.

Otra mujer, de 30 años, contó a la policía que un tipo la abordó cuando sacaba a su perro del coche, y le asestó varios golpes en un costado con un palo de hierro mientras le exigía el teléfono, y luego el dinero. El ladrón le sustrajo unos cuarenta euros, documentos personales y el móvil, un Iphone también. ¿Cómo era el asaltante? De 1,70 de estatura, más o menos, cabello corto y acento hispanoamericano. Un joven de 20 años interpuso una denuncia porque unos jóvenes le habían arrebatado el bolso, de un tirón complementado con un empujón, después de pedirle un cigarrillo. Todos estos casos, los tres, eran supuestas simulaciones, según los investigadores.

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