El enfrentamiento entre la patronal terrassense Cecot y Foment del Treball ha estallado para convertirse, ahora sí, en una guerra abierta. Para situarnos, Foment es la patronal de patronales catalana a la que pertenece Cecot, que, inicialmente, es de ámbito territorial, aunque con una manifiesta vocación de ampliar horizontes. El desencuentro entre Foment y Cecot tiene connotaciones no sólo de diferencias de criterio, sino también personales y dentro de lo personal, profundamente políticas. Podríamos establecer así dos grandes focos de tensión que han llevado al inicio del procedimiento para expulsar a Cecot de Foment.
Antoni Abad protagonizó un episodio controvertido en las elecciones en las que Joan Rosell se convirtió en presidente de Foment al dejar una candidatura crítica e incorporarse al equipo de Rosell como vicepresidente. Todo parecía indicar que sería su sucesor cuando Rosell se postuló a la presidencia de la Ceoe, pero Joan Rosell, en una maniobra de última hora, convirtió en presidente a alguien de su cuerda, a Joaquim Gay de Montellà, quien expulsó a Abad de la ejecutiva. La sintonía tanto personal como especialmente política entre Abad y el núcleo duro de Foment ha sido nula, como se ha puesto de manifiesto sin ambages a lo largo del "procés soberanista". Montellà y Abad son enemigos íntimos, al igual que Josep González, presidente de Pimec, quienes como Rosell se han manifestado contra el proceso independentista. Abad, militante convergente, es abiertamente soberanista y ha dotado de un marcado perfil político a su presidencia, cuestión que, aunque "soto voce", ha generado cierta incomodidad en algunos sectores de su propia organización. La cuestión soberanista se relaciona directamente con el segundo gran motivo del desencuentro: el territorio. Cecot, arropada por la Generalitat, pretende convertirse en un contrapoder de Foment. Para ello, entre otras iniciativas, abrió delegación en Barcelona y promueve un ambicioso proyecto de fusión empresarial e incluso administrativa de las comarcas del Vallès Occidental y Oriental para unificar uno de los grandes polos industriales del sur de europa y convertirse no sólo en la central de referencia en una zona de extraordinario potencial, sino en la gran patronal nacional catalana.
La chispa que lo ha precipitado todo en realidad es la excusa que cataliza un problema de mayor calado, como el expuesto anteriormente. Hablamos de la celebración en Barcelona por segundo año consecutivo de la Nit de l’Empresari, la fiesta anual de Cecot. La organización terrassense se deshace del corset territorial intentando marcar perfil propio en la capital. El año pasado se le consintió, no sin airada discusión entre Abad y Montellà, porque era el vigésimo aniversario de la celebración de la Cecot, pero este año en Foment se ha considerado una provocación.
La cuestión ahora está en comprobar cómo va a digerir la patronal terrassense este conflicto abierto con Foment, cómo puede afectar a la organización y a su gestión y cómo sus socios se van a posicionar ante el enfrentamiento, porque se intuye que la expulsión no será el único ataque.