Sólo dos producciones españolas surcan la densísima programación de la sección oficial del Festival de Sitges. Una es la olvidable “Vulcania”, de José Skaf. En relación a la otra se habían generado muchas expectativas. Falsas todas ellas. Se trata de la ópera prima del mallorquín Héctor Hernández Vicens, “El cadáver de Anna Fritz”, que se estrenará (veremos en qué condiciones) el próximo 30 de octubre.
Pese a durar 75 minutos que se hacen eternos y pretender mantener en vilo al espectador, el film es un tedioso ejercicio de thriller patrio que no conduce a ningún sitio. Previsible, mal interpretada, mal planificada y mil veces vista, “El cadáver de Anna Fritz” explica la historia de la actriz del título, que fallece en extrañas circunstancias y es conducida a la morgue de un hospital.
Un celador fotografía a la famosísima estrella de cine (Alba Ribas, de lo poco aprovechable del proyecto) y manda la foto a dos colegas que se personan en el hospital para ver el cuerpo, previo consumo de cocaína y alcohol.
Con todos los honores
Tres adolescentes y una bellísima y famosísima actriz recién fallecida. Esa premisa da paso a un par de escenas de necrofilia. Se pregunta entonces el sufrido espectador hacia donde avanzará la trama. El resultado: decepción. Lugares comunes, diálogos manidos más leídos que interpretados y presuntos sustos que dan más risa que pánico.
Ni el poco presupuesto ni su pretencioso y mínimo entramado argumental pueden redimir a esta película más propia de cortometrajistas amateurs que de otra cosa. Eso sí, se estrenó con todos los honores. No estará “El cadáver de Anna Fritz ” en el palmarés de esta cuadragesimoctava edición del certamen, que dará a conocer este sábado el jurado capitaneado por el actor Carlos Areces. No lo tendrá fácil para elegir entre los 36 films a concurs .