Correos ha sufrido dos atracos, cuando menos, en dos días. En dos oficinas, esta semana. En una irrumpió un tipo con un arma blanca y robó unos 1.300 euros. En otra entraron dos atracadores, chico y chica, encapuchados, con un cuchillo, y huyeron con un botín de unos seiscientos euros.
Los Mossos d’Esquadra investigan ambos robos con intimidación, cada uno por separado. No es imposible, pero si poco probable, que exista nexo de autoría entre un asalto y otro, entre el perpetrado el lunes en la calle de Pau Marsal y el cometido el miércoles en la avenida de Àngel Sallent. Entre uno ejecutado por un tipo, parece que solo, y con acento hispanoamericano, y el segundo, realizado por una pareja que, según testigos, hablaba con deje de lengua eslava.
A eso de las 8.25 de la tarde, el autor del primer asalto penetró en la oficina postal de la calle de Pau Marsal, en el sector de Plaça Catalunya-Escola Industrial.
Vestía sudadera, algunos dicen que gris, con la capucha colocada en la cabeza y con la misma prenda tapándose la boca. Sacó un arma blanca, caminó unos pasos y soltó “dónde está el dinero”, y metió la mano en los cajones de la sucursal, donde una trabajadora acababa de depositar lo entregado por una clienta. Seiscientos euros que cambiaron de mano a mano, y luego a la del ladrón, en unos segundos. Agarró el tipo el dinero, los fajos de billetes, dio marcha atrás y salió del establecimiento con los seiscientos euros y otros setecientos que tomó en el mismo sitio.
Al llegar a la calle, giró a la izquierda y echó a correr Pau Marsal abajo. Según testigos, el ladrón, por su forma de hablar, parecía de origen hispanoamericano. En las inmediaciones no se vio ningún vehículo que esperase al malhechor.
Dos delincuentes
Dos días después, otro robo, de factura muy semejante, pero con dos delincuentes protagonistas. Esta vez el asalto no fue tan tarde. La pareja penetró en la oficina, ubicada en la avenida de Àngel Sallent, en el tramo de Ca n’Aurell, a eso de las cinco. Dentro estaban los empleados, y había un cliente. A éste los asaltantes le parecieron gentes del este de Europa, por la forma de hablar. El atracador iba encapuchado y ataviado de negro, y blandía un arma blanca en una mano para amedrentar a las víctimas. Ella, la compinche, también encapuchada, vestía igualmente de oscuro. Según algunas fuentes, llevaba mallas como de camuflaje en las piernas. Mientras ella se mantenía vigilante, él saltó al otro lado del mostrador y abrió la caja. Infligido el golpe, escaparon. Algunos testigos aseguran haberlos visto subir a un coche blanco, puede que un taxi de otra localidad.
Con esos mimbres, inferidos de las declaraciones de testigos directos de los asaltos, y con otros, como el visionado de cámaras de seguridad, intentan urdir sus indagaciones agentes de la unidad de investigación los Mossos d’Esquadra del área básica policial de Terrassa.