Colgada del firmamento, como una moneda enorme suspendida, se presentó la luna. Altanera, el lunes se atavió de “superluna”, el fenómeno con que se conoce al perigeo, el máximo acercamiento orbital de nuestro satélite a la Tierra. Las fotografías expuestas en esta página fueron realizadas entre las 8.09 y las 8.59. Habían transcurrido unas horas desde la “luna de sangre”; de madrugada, el satélite había experimentado un eclipse total que, entreverado con el perigeo, dio paso a un fenómeno astronómico inusual, con una luna de color rojizo. La atmósfera terrestre había desviado la luz solar, cual lente, filtrando sus componentes azules y dejando pasar sólo los de color rojo. La luna no desaparece de nuestras vista en los eclipses; se torna algo amapolada.
El ocultamiento acabó de madrugada, pero no así el espectáculo mostrado por la luna llena, llenísima y cercana. La fotografía superior fue realizada con un objetivo de 300 milímetros, un 2,8 de diafragma y una velocidad de 1/6 de segundo. La inferior, con la misma óptica e idéntico diafragma, mas con una velocidad mayor, de 1/100 de segundo.