Las acogidas de Víctor (7) y Karina (8) significan una experiencia ilusionante para sus dos familias egarenses, que no tienen hijos en casa. Por eso los pequeños se convierten en el centro de las vidas de sus padres durante los días que pasan en la ciudad, y se han ganado por completo el corazón de todos los miembros.
Es la tercera vez que los dos ucranianos vienen a la ciudad, tras el verano pasado y las navidades, pero por todo lo que han aprendido parece que lleven años visitando Terrassa. "Son como esponjas, muy inteligentes y muy observadores. Aprenden rapidísimo", afirma Ricard, padre de acogida de Víctor. "A falta de un año de ir a la escuela en su país nosotros le llevamos a un colegio, y en este tiempo ya lee, suma, resta…es una pasada. Además me traduce las conversaciones que tenemos con su abuela cuando llamamos a su casa", añade su padre terrassense orgulloso.
Algo que no obstante ha costado, pues al principio la adaptación es complicada, especialmente por el idioma. Además, ambas familias destacan que "cada niño viene con su propia mochila, con experiencias duras, y se tienen que adaptar a ti para abrirse. Igual que tu también te tienes que adaptar a ellos", revela Ricard.
Por su parte, la madre de acogida de Karina, Mª Ángeles, destaca de la pequeña que es "muy obediente y educada. El día a día con ella es realmente muy fácil. Y además nos da mucho afecto". A pesar de ello no son cariñosos, sino "más bien todo lo contrario. No hay besos ni abrazos", confiesa. Algo con lo que está de acuerdo Ricard: "Su manera de querer es fría, muy al estilo ruso". No obstante, cuando sea la hora de irse, muchos niños no querrán marcharse. Y las familias de acogida lógicamente también sufrirán. "Se te va la vida en la despedida. Se van llorando y tu te quedas llorando", confiesa con voz entrecortada Mª Ángeles. Pero les queda el consuelo de las llamadas y la próxima Navidad.