Mahmuda ha sido la primera saharaui afortunada que ha podido venir a la ciudad con 13 años. La norma para todos los niños procedentes de los cinco campamentos de esa zona es venir desde los 6 a los 12 años como máximo. No por capricho, sino porque las complicaciones de salir al extranjero para estos niños son muchas, y tienen que viajar con un pasaporte común. Pero debido al descenso de familias de acogida, fue el mismo Polisario (la figura que controla las acogidas en la antigua provincia española) quien hizo la propuesta, algo que ambas partes aceptaron de buen grado. La niña llevaba seis veranos viniendo a casa de los mismos padres egarenses, Anna Comes y su marido, quienes estuvieron encantados con la nueva. "Le comunicamos la noticia por el móvil, porque tiene uno y la vamos llamando siempre que podemos al campamento", comenta Anna. "Al principio no se lo podía creer pero se puso muy contenta, igual que nosotros", añade.
Ahora Mahmuda está muy acostumbrada al estilo de vida occidental, aunque al principio le costó adaptarse. Le asustaban los ascensores y las puertas automáticas. No entendía como podía salir agua de un grifo, ni para qué servían los escalones, ni por qué se tiraban las sobras de la comida. Ahora todo esto ya es historia. Aunque el año pasado tuvo que hacer frente a otra novedad: Anna tuvo un hijo. "En el campamento están siempre rodeados hermanos y primos. Le trata como a un muñeco y le tiene mucho afecto", revela su madre terrassense.
Cuando sea la hora de irse no habrá ningún problema. Pese a que aquí está muy bien, en el Sáhara tiene a su familia, y cuando se acerca el momento cuenta los días para marcharse. Algo que deja tranquilos a sus padres de acogida, que pueden ir a visitarla cuando quieran.