Terrassa

Terrassa hace bandera de la solidaridad un verano más

La solidaridad se ha convertido un año más en el estandarte estival de la ciudad. Como ya es habitual desde hace casi dos décadas, niños de Ucrania, el Sahara y Bielorrusia han venido a pasar los meses de verano en Terrassa para disfrutar de un periodo de salud, bienestar, cooperación y aprendizaje. Un tiempo en el que compartir su día a día con personas de otra cultura que les enseñan que existe una vida muy distinta a la suya y que a la vez aprenden que ser diferente puede ser algo muy bueno.

Aunque la crisis también ha hecho mella en estas acogidas -algo que las entidades quieren mejorar y por eso piden más participación ciudana-. Si en las mejores épocas habían podido venir más de cien niños de los tres países, el total este verano no llega a la mitad. En concreto Terrassa Ajuda a Nens d’Ucraïna (TANU) ha traído 38 niños, Terrassaharaui a cinco y Vallès Solidari tan solo ha llevado a nuestra ciudad a cuatro bielorrusos.

Esta última ONG es la que más ha sufrido la decaída. Tanto que el año que viene Vallès Solidari habrá desaparecido. Así lo explica su representante, Antoni Milán, quien afirma que “este año sólo hemos podido traer a 11 niños a todo el Vallès Occidental, cuatro de los cuales han venido a Terrassa. Pero es porque este es nuestro último año. La crisis ha perjudicado y el boom del desastre de Chernóbil ya ha pasado”. La entidad se fundó hace 14 años a raíz del accidente nuclear de 1986. Nació en el club de hoquei Atlètic de Terrassa, pero cuando el ente deportivo disolvió la asociación, un grupo de once familias decidió seguir adelante con la iniciativa. Se trata de una organización cuya única finalidad es acoger niños durante el verano para que recuperen un poco de salud saliendo de un territorio contaminado y puedan respirar aire puro y comer alimentos sanos.

Crisis
Terrassaharaui también achaca a la crisis el descenso de familias adoptantes. Pese a que el Ayuntamiento les da una subvención que permite costear el viaje, una vez aquí se tienen que hacer cargo de los pequeños durante todo el verano. Otro de los problemas es que “hay padres que ya se han hecho mayores y ya no están para poder bregar con un niño de entre seis y 12 años, porque tiene trabajo”, afirma Francisco Moreno, presidente de la entidad.

El objetivo para la ONG es que los cinco saharauis que este verano han podido visitar la ciudad mejoren su calidad de vida durante los dos meses que están aquí. No solo porque salen de unos campamentos que en esta época del año son extremadamente caluroso y están castigados por el siroco (viento que puede llegar a velocidades de huracán), sino porque además pasan por una revisión médica que es totalmente gratuita. Van al CAP Nord, a la Escola d’Òptica Universitaria y a la Dentista Novellas; un chequeo completo. La entidad nació en 1999 como una sección territorial de la Associació Catalana d’Amics del Poble Saharaui pero a finales de 2006 se refundó como Associació Terrassaharaui y se estableció de manera independiente. Su objetivo es apoyar al pueblo saharaui con medios democráticos para conseguir su libertad y autodeterminación, tal y como le reconoce la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Quinientos euros
Por otro lado, pese a que Terrassa Ajuda a Nens d’Ucraïna (TANU) ha conseguido traer a 38 niños, tampoco se ha librado de la decaída que han sufrido las otras dos ONG. Cabe destacar que en sus mejores épocas la entidad había llegado a tener a 78 pequeños en la ciudad. “Antes era más fácil conseguir proyectos y presentarlos. El Ayuntamiento daba más subvenciones. Pero ahora tenemos que pagar la mitad del viaje más toda la estancia de los niños, lo que supone unos 500 euros. Y además también te tienes que enfrentar a un niño que viene con una bolsa de plástico y lo que lleva puesto”, revela Josep Muñoz, el presidente de TANU.

Este año han llegado 9 ucranianos nuevos mientras que 29 repiten. No obstante la mayoría son de edades tempranas porque los que habían venido al principio se han hecho mayores. “Si son mayores de edad o cumplen los 18 cuando están aquí no pueden venir, esta es la norma”, explica Josep. No obstante se muestra muy orgulloso porque ocho de los chicos que ya no están han conseguido entrar en la universidad, uno de los objetivos de estas acogidas solidarias. “Nosotros no hacemos acogidas como si fuesen vacaiones, lo que planteamos es un proyecto en relación a cada niño. Los que vienen tienen una disfunción social por su historia familiar, con problemas de alcohol o malos tratos. Les enseñamos unos valores, una manera de vivir diferente”, manifiesta el presidente de TANU.

Banco de alimentos
Entre los proyectos de la organización destaca el Banco de Alimentos que han puesto en marcha este año para ayudar en especial a los refugiados del conflicto de Ucraïna que están empezando a llegar a Nikopol. Pese a que hasta ahora no les afectaba este problema -porque ellos están situados en una parte del país donde no había llegado el conflicto gracias a la frontera natural que crea el río-, los refugiados lo han terminado por hacer presente. No obstante, la principal tarea de la organización solidaria es, por encima de todo, cuidar a niños de familias desestructuradas que ahora no tienen donde ir porque hace dos años el Estado cerró casi todos los orfanatos. “Y ellos se quedan maltratados en casa” según explica el presidente de TANU. “Un ejemplo muy claro es el de María. Es una niña ucraniana de tan solo seis años y medio y tiene que hacer de madre de su hermano de cinco años y de su hermana de tres. Su madre se va de casa cuando le parece y vuelve cuando quiere. Un día me encontré a María llorando porque su hermano estaba enfermo, no sabían que comer y la casa estaba hecho un desastre”, recuerda Josep Muñoz.

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