Fundadores del Celler de Can Roca, reconocido como el mejor restaurante del mundo, los hermanos Roca trabajan para seguir a la cabeza de la gastronomía internacional, pero relativizan el éxito y la popularidad y aseguran que no se van a "volver locos", en una entrevista con Efe en Buenos Aires.
Una combinación de innovación en la cocina y de respeto por la tradición es la clave del éxito de estos tres hermanos -Joan, Josep y Jordi- que fundaron el Celler hace 30 años en Girona y que cuentan ya con un equipo de 70 personas.
Sin descuidar el negocio familiar, se "internacionalizan" con giras como la que les ha traído a Buenos Aires con el patrocinio del BBVA, que les permitirá presentar esta semana una adaptación de platos escogidos con elementos básicos de la cocina local.
El objetivo es "rendir tributo a los países que nos acogen, cocinando sus productos e interpretando su cocina", explica Josep.
En el menú, habrá protagonistas de la mesa argentina como el popular "choripán" (bocadillo de chorizo), el mate y el "chimichurri", junto al cordero, la merluza negra y los alfajores.
Tampoco puede faltar el helado, uno de los elementos básicos de la "fantasía" que utiliza Jordi en la elaboración de sus postres.
Una propuesta que constituye, dicen, una prueba más de que la gastronomía es una expresión cultural que contribuye a relacionar a los pueblos.
Pese a que el suyo es un sector donde la competencia es muy dura, los Roca aseguran que su mayor presión "viene del comensal que llega de lejos" y "es a quien nos debemos".
"Todo lo demás es relativo. Tenemos la suerte de compartir la presión, de seguir viviendo en el mismo lugar donde nacimos, un barrio obrero de Girona y que cada día vamos a comer al restaurante de nuestros padres, que es nuestro origen", explica Joan.
"Eso nos hace relativizar mucho nuestro éxito y tomar distancia de la presión y de la competitividad, que va con nosotros, porque nos gusta hacer las cosas bien, pero no nos vamos a volver locos por la presencia internacional", continúa.
Reservas para once meses
El Celler no se ha resentido por la crisis que ha sacudido a España durante los últimos años. Sus 50 plazas están reservadas con once meses de antelación, un fenómeno difícil de repetir.
La cocina, apunta Joan, "puede ayudar a salir de la crisis, es una herramienta de promoción y de activación económica de diferentes sectores".
Volcados en la cocina, los hermanos Roca no entran en el debate político sobre el proceso que vive Cataluña.
"Somos cocineros. Cocinamos. Nos gusta cocinar y nos gusta que la cocina sea ese lenguaje universal. Siempre decimos que el éxito de Can Roca beneficia a Cataluña y a España y no queremos entrar en este tipo de polémicas", zanja Joan.
Los Roca son un ejemplo del éxito de un negocio familiar, en el que cada uno de los hermanos tiene una tarea estratégica y se reparten también la gestión.
En su cocina no puede faltar un buen vino porque "la gastronomía sin vino sería solo cocina", asegura Josep, convencido de que los caldos españoles están "en el mejor momento de su historia".
Tampoco una buena dosis de azúcar, la que necesita Jordi para sus postres, un plato básico en una buena mesa.
Pero, sobre todo, subraya Joan, disfrutan la complicidad de compartir su pasión entre hermanos.
En Buenos Aires, donde permanecerán una semana, han sido recibidos con el tradicional asado, una invitación que les ha permitido compartir y "sentirse como en casa".
Su deseo, marcar un "golazo" en la capital argentina: "Imaginen una final Brasil-Argentina y que Messi marca el gol definitivo. Ese es el gol que vamos a probar, un gol soñado, lleno de fantasía, un golazo que intentaremos que, además, este bueno", resume Jordi.
Pese a que disfrutan de cada plato y de la cocina de cada país, cada uno tiene sus preferencias: gambas de Palamós para Josep, jamón serrano con "pa amb tomàquet" para Jordi y trufas o un buen pescado para Joan.