El Banco Santander anunciaba ayer que durante los primeros seis meses del año había ganado 3.426 millones de euros. Minutos después, Repsol señalaba que en el primer semestre su beneficio había sido de 1.053 millones. El lunes, Bankia presentaba unos números positivos de 556 millones. Con anterioridad, Banc Sabadell dio a conocer un balance a su favor de 352 millones de euros en el período comprendido entre los meses de enero y junio. Hoy será el turno de CaixaBank y BBVA, que también lucirán unos excelentes resultados. Además, el Banco de España también avanzó ayer que el PIB ha sumado un crecimiento del uno por ciento en el segundo trimestre del año. Son datos que ilustran y certifican el cambio de tendencia del ciclo económico. Son unas cifras que constatan que la recuperación es un hecho. Nadie puede contradecir estos argumentos macroeconómicos.
Una vez más, este panorama de esperanza no se ha traducido todavía a la economía doméstica, en el día a día de las familias, por muchos intentos que realice el Gobierno de ganar poder adquisitivo con el descenso del IRPF. Una buena muestra de ello es la iniciativa que ha puesto en marcha UGT. El sindicato presentó ayer una campaña que pretende incorporar una prestación económica para las personas mayores de 55 años que se encuentren en situación de desempleo, tengan cotizados un mínimo de 15 años y hayan agotado la ayuda por desempleo contributivo. El sindicato propone que las personas beneficiarias reciban una cantidad equivalente al Salario Mínimo Profesional (SMI), que está estipulado en 648,60 euros mensuales. En Terrassa, estas medidas podrían favorecer a unas cuatro mil personas, realmente una importante cantidad, ya que la ciudad es una de las poblaciones catalanas que cuenta con un mayor número de desempleados que tienen 55 o más años.
Nadie puede dudar de que conviven estas dos realidades: el deslumbrante brillo de los balances de las grandes corporaciones industriales y sobre todo financieras y la grisácea dureza de un gran número de personas que hace ya mucho tiempo que perdieron su empleo y que además tienen una edad en la que difícilmente podrán reinsertarse en un mercado laboral en el que todavía existe una tremenda precariedad. La propuesta de UGT busca consensos, pero sobre todo intenta conseguir que una buena parte de la sociedad no arroje definitivamente la toalla y puede afrontar con dignidad un duro trance hasta la jubilación.