Hace unos meses, con motivo de su concierto estelar en el marco de la última edición del Festival de Jazz de Terrassa, Ernesto Aurignac (Málaga,1982) ya dejó claras sus armas: es un soberbio intérprete que además suma a su inspirado discurso una capacidad compositiva inusitada, y un gran atino a la hora de escoger a sus compañeros de escenario.
El del festival era su primer gran reto, su disco de debut y la primera ocasión que el músico tenía para demostrar su talento y su enorme potencial; la expectación era grande (especialmente a la hora de comprobar la alineación escogida para su orquesta) y no defraudó. Dejó servido uno de los mejores conciertos del evento jazzístico y consiguió abrir varios interrogantes: ¿Qué será lo próximo? ¿Le resultará difícil mover un proyecto tan grande? ¿Conseguirá el reconocimiento que merece o deberá seguir luchando hasta que suene la flauta?
Unos meses después ya tenemos varias respuestas a esas preguntas. La orquesta sí está teniendo continuidad, aunque no tanta como habría sido lo deseable. Pero afortunadamente Aurignac ha decidido no parar; es el primero en creer en lo que hace, y hace bien. Aprovecha esa energía y esa revolución que provoca el saberse poseedor de un don para convertirse en un emprendedor incansable, pese a que eso signifique por el momento seguir luchando y protagonizar giras que dejarían exhausto a cualquiera (sino, que se le pregunten a su otorrino, que está teniendo que tratar una rinitis debida al cansancio que le provoca molestos problemas de audición.)
No contento con debutar con el que ya está considerado como uno de los mejores discos del 2015, menos de un año después de su grabación ya tiene listo un disco de estándares a trío (el que confiesa como uno de sus discos soñados) y esta misma semana ha entrado a grabar un nuevo trabajo como líder y reuniendo temas propios que el pasado viernes adelantó en otro de aquellos conciertos memorables.
Falló el público, es cierto, pero ya se sabe que en estas fechas la audiencia parece decantarse más por airear su cuerpo que por alimentar su alma. Lo que se perdieron los ausentes fue la auténtica constatación de que nos hallamos ante uno de los autores de jazz más inspirados de los últimos tiempos en nuestro país, un músico que ha tomado un camino en el que convergen sus dotes creativas, sus dotes como director musical, sus dotes como intérprete…
Gran conocedor de todo tipo de estilos, en "Anunnakis" (título de este trabajo que grabará a quinteto) reúne una serie de temas instrumentales muy variados, oscilando entre la delicadeza de las baladas, los efluvios de la bossa, el vigor del bop, la chispa del free… e incluso la condescendencia del pop, género al que Aurignac llega "para hacernos ricos y famosos" con la pieza "Todos somos monguis" (basada en un pueblo indígena mexicano.)
Primeras veces
Además de ser composiciones presentadas en "primicia mundial" (con títulos tan oníricos como "La órbita de Venus", "Bienvenidos al inframundo" o "El sueño de Oniria", rescatada de su disco anterior), tambien era la primera vez que tocaba con esta formación de quinteto, lo que añade más mérito al resultado.
Con pasajes especialmente soberbios de Roger Mas (omnipresente durante todo el concierto) y el más introspectivo Jaume Llombart, lo que hicieron los compañeros de Aurignac fue subrayar la enorme musicalidad de los temas del líder, piezas que parecen construidas a partir de capas, con pasajes sobrepuestos que individualmente constituyen por sí solos toda una lección de excelencia.
Más allá de melodías, armonías, sonoridades muy especiales, fervor y entrega, está una propuesta que casi hay que ver como una orquesta en pequeño. Es tal el trabajo que hay detrás, y tan importante la sintonía que logran los protagonistas de la aventura, que no queda más que asegurar que estamos asistiendo al nacimiento de una estrella. O al menos así sería si el jazz fuera un género de masas. De momento, ahí queda la constatación.