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Duran Duran ofrece nostalgia y FKA Twigs, innovación en la clausura del Sónar

Como es tradición, el festival Sónar, que se ha clausurado esta noche, ha vuelto a recombinar iconos de la música, en esta ocasión los veteranos Duran Duran, que han actuado tras diez años sin pisar España, con propuestas más innovadoras, definición perfecta para la sensualidad de vanguardia de FKA Twigs.
La banda liderada por el vocalista Simon Le Bon era una apuesta segura porque su repertorio de clásicos es más que considerable y, precisamente para reivindicarse en un tiempo que ya no es el suyo, los ingleses, con veinte minutos de retraso, han elegido, para convencer(se) de lo contrario, “Wild Boys”, lo que ha enloquecido a las miles de personas que aguardaban en el escenario Club, con una gran presencia de señoras y señores de mediana edad.
Embutido en un apretado conjunto blanco, Le Bon se acercaba más al último Elvis Presley de Las Vegas que a un “malote”, porque los años pesan más cuando uno ha sido un sex symbol.
La declaración de intenciones de la banda ha continuado con “Hungry like the wolf”, un tema que cuenta con uno de esas tarareos marca de la casa que les hicieron conocidos (“tututururu…) a la que seguido el “not not…Notorius”, y el “tanana tanana” de “The Reflex”. Eclosión de nostalgia.
Le Bon que ha mantenido bien el tipo se ha apoyado, por si las moscas, en una vocalista que le ha ayudado durante el show que ha finalizado con una exultante “Planet Earth” y una versión no muy acertada de “Río”, un tema de 1982 que podría servir de resumen de quienes fueron Duran Duran con aquel vídeo de cinco chicos vestidos de traje color pastel navegando con las medias melenas al viento.
Antes de el que la banda saltará al escenario, el gran Ángel Molina había preparado el espacio Sónar Club para recibir a los años 80 con una sesión que ha cerrado con un tema de los Tears for fears.
En otro hemisferio musical se sitúa el trabajo de la cantante, coreógrafa, productora y realizadora FKA Twigs, practicante de un R&B nada convencional, una forma de entender el pop muy alejada del “mainstream”, a pesar de que su disco “LP1”, publicado en 2014 ha formado parte de casi todas las listas de lo mejor del año.
La artista británica, bregada a pesar de su juventud en los directos en clubs en Londres, ha presentado en Barcelona un espectáculo total, donde el baile ha tenido tanta importancia como la música, y eso es mucho decir en su caso.
Vestida igualmente de blanco, aunque con mucha más carne a la vista, la actuación de la inglesa ha sido un conjuro en el que Tahliah Barnett (su nombre real) representaba el papel de suma sacerdotisa, una maga poseída que ha comenzado con una invocación su “Preface”, tema que también abre su disco.
La artista ha querido exhibir por qué antes de convertirse en cantante era requerida para aparecer bailando en los vídeos de estrellas como Kilye Minogue, una “striper” de extrema sensualidad a ojos de muchos.
Pero tan flexible como su cuerpo, es el molde donde mezcla ingredientes sin que el suflé se le hunda, una “customizadora” de géneros: el pop, el “ragga” (reggae electrónico), la electrónica menos luminosa, el “down tempo”, el soul, que ha ido ensamblado en temas como “Video girl”, “Give up”, “In time”, “Numbers” y sobre todo en la estremecedora “Two Weeks”.
Si el talento excepcional no fuera suficiente, la cantante es ahora además una “celebrity” por su relación sentimental con el actor Robert Pattison, una popularidad que no le ha impedido ser víctima de comentarios racistas por su piel oscura.

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