Hola, ¿no me conoces?, dijo, pero si soy vecino tuyo, de aquí, del segundo, y del segundo resulta que no podía ser. Pues de otro piso, entonces. Y le dio la mano pero alzada, vertical, un exceso de colegueo juvenil, y lo suyo no coló. El receptor de las zalamerías, un comerciante de la calle de la Església, fue tajante antes de que el otro le pidiese lo que seguramente le iba a pedir: dinero para gasolina.
Un timador ha visitado varios establecimientos de esa zona del Centre, en la calle de la Església, en la de la Rutlla, pero sus engañifas han obtenido éxito desigual, por no decir magro éxito. Y eso que el envoltorio está currado, trufado de frases y más frases entre el ¿no me conoces? y la despedida con más o menos desaires. El despliegue incluye referencias a la esposa del timador, a la que, se supone, sí debe conocer la víctima potencial, e incluye la exhibición de una foto en la pantalla del móvil, ésta es, seguro que la conoces. Pues no, y el hombre que porfía, y que hace como que llama a su esposa para hacerla partícipe de la escena y soltarle aquello de "oye, Conchi, que no me conoce". Pues no.
El timo de la gasolina, del que se hizo eco este diario en un reportaje marzo pasado, consiste en solicitar dinero para combustible fingiendo el estafador desesperación porque necesita con urgencia desplazarse en el vehículo yermo. Y si los timadores obtienen la pasta prometiendo que volverán para retornarla, si te he visto no me acuerdo. En muchas ocasiones los estafadores incluso se atavían de empleados de una empresa de grúas para despertar más confianza.
El tipo que actúa en el Centre va con traje que parece de otro, algo desvaído. En otro comercio de la calle de la Església entró el hombre trajeado, vestido de azul, hablando con frenesí por el teléfono móvil, y cortó la llamada para dirigirse a la dependienta, y disparar la artimaña: soy vecino de aquí, de la casa de enfrente. Pero resulta que no vive nadie en la casa de enfrente. No hay tal casa, y si a ese error de estudio de mercado se le suma que la dependienta ya estaba sobre aviso, pues la cosa no salió bien para el sujeto, un hombre alto, con barba de días, moreno de tez, cabello negro salpicado de canas. Como mucho contaba 35 años.
La empleada le paró los pies en un segundo. No le iba a dar nada. El individuo se enojó, y amenazó a la chica con fotografiarla, móvil en mano, y ella le bajó los humos y el móvil. El tipo se marchó, no sin antes simular que recibía una llamada. Parece que no es el mismo individuo que ha visitado otros establecimientos próximos haciéndose pasar por mosso d’esquadra, ha preguntado sobre cuestiones de seguridad y ha facilitado un número de teléfono que no existe.