Su devoción es implacable. Se reúnen cada sábado, a las ocho en punto de la mañana, para celebrar su particular ritual. Componen un grupo que nunca ha dejado de crecer y actualmente los “mossenaires” ya superan el medio centenar de fieles. Son devotos, pero no creyentes. O tal vez sí. Puede que cada uno crea en los beneficios que le aporta la sana actividad de madrugar el primer día del fin de semana para practicar el deporte en comunión.
El punto de encuentro en nada se asemeja a un templo de culto, aunque el lugar en cuestión sí puede que tenga un carácter místico y sagrado. Se trata de la zona de la Torre de Mossèn Homs (de ahí viene el nombre de “mossenaires”), un escenario idílico para salir a correr en medio de un entorno natural de exquisita belleza. El poder de seducción de dicha actividad es tal, que agrupa a seguidores de cualquier condición, sin distinciones. No importa su edad, ni si son hombre o mujer, ni mucho menos su procedencia ni sus raíces culturales. Ser “mossenaire” es como pertenecer a una religión de la que forman parte ateos, católicos y musulmanes, entre tantos otros perfiles. Todos son bienvenidos.
En la diversidad está la riqueza. Muy probablemente éste sea uno de los quids de la cuestión. Salir a correr los sábados a primera hora con un grupo tan numeroso y heterogéneo de atletas sólo puede tener resultados positivos en el plano individual. Es la variedad en la unidad. Los distintos perfiles de corredores se congregan en un paraje único para sacar lo mejor de sí y compartir unos agradables minutos disfrutando de lo que más les gusta: el running. Cada uno a su ritmo, pero siempre manteniendo la unión de un equipo indivisible. Más que un grupo; una familia.
El ejercicio físico aporta incontables beneficios para la salud. Es por eso que cada día hay más gente que se atreve a calzarse las zapatillas para enfrentarse a unos cuantos quilómetros. Si a ello, además, le añadimos un fantástico entorno natural y la alegre compañía de un grupo armónico, la suma de los factores refleja el éxito del producto. Cada vez más asistentes acuden a una actividad que está adquiriendo tonos de tradición, más de dos décadas después de sus orígenes.
Los inicios
Todo empezó a fraguarse en el año 1994. El egarense Pep Moliner fue el creador de un fenómeno que acabaría alcanzando una magnitud inimaginable. Junto a su amigo Javier Jaques, de Castellar, comenzaron una serie de entrenamientos específicos dirigidos por Carmen Gómez Florido, una atleta que había sido muy conocida en el ámbito local. Un año después, Jordi Martínez Abad, masajista de Pep y Javier se añadió al grupo de entreno. Al venir Jordi de Matadepera, decidieron que el epicentro de las tres procedencias, el punto de encuentro más idóneo, tenía que ser la Torre de Mossèn Homs.
Y en este enclave, los tres atletas descubrieron el paraíso. La zona que acabaría siendo el santuario de los “mossenaires” escondía un magnífico repertorio de rutas y circuitos para ejercitar las piernas. Así, no fue nada complicado enrolar a más y más adeptos. Muy pronto Pep Moliner decidió crear un foro en internet, con el fin de organizar los encuentros. Una herramienta que también sirvió para difundir la filosofía “mossenaire” y cautivar la atención de nuevos “runners”.
Para mantener y consolidar esa sana tradición, surgida de la nada, se estableció una norma simple y concisa: una hora corriendo por un circuito cerrado de diez quilómetros y siempre saliendo a las 8.00 de la mañana de todos los sábados. Pep Moliner especifica que, en verdad, la hora de salida siempre acaba siendo las 8.06, pero “ni un minuto antes ni uno después”. Aunque los niveles atléticos y de forma física son muy variados entre todos los asistentes, existe otra norma no escrita: el grupo siempre mira de permanecer unido y los que llevan mejor ritmo siempre tratan de esperar a los que van por detrás en las intersecciones. Eso sí, con la condición indispensable de no dejar nunca de correr. De hecho, se trata de correr. Para eso se levantan todos a primera hora de cada sábado. Tras las sesiones de entreno, pasadas las nueve de la mañana, muchos “mossenaires” se van juntos a desayunar, y es allí donde tienen su rato de cháchara.
Y es que el componente social de esta comunidad de amantes del atletismo es un factor a tener muy en cuenta. Pep Moliner explica que “para formar parte de este grupo sólo tienes que venir con actitud positiva, con predisposición a conocer y a que te conozcan”. En este sentido, el organizador explica que del evento han surgido relaciones muy provechosas. Parejas sentimentales, buenos amigos, contactos laborales… Son sólo algunos ejemplos de otro tipo de ventajas que uno puede hallar cuando se adentra en esta actividad.
Correr en grupo
En el plano puramente deportivo, Pep Moliner comenta los beneficios de practicar el atletismo junto a otros compañeros. “Correr en grupo es fundamental para el elemento comparativo. Si vas con alguien, la mejora en el rendimiento siempre es mutua. Por otro lado, también es bueno realizar entrenos individuales, porqué así la voluntad aprende a ser constante”, señala. No hay duda que los entrenamientos de los “mossenaires” son efectivos, y lo demuestra la gran cantidad de casos en que los atletas logran el reto que persiguen. En algunas ocasiones, el sueño es acabar una maratón en menos de tres horas y, en otras, simplemente acabar. Una muestra más de la diversidad de perfiles atléticos, que comparten la solidaria voluntad de ayudarse y animarse unos a otros.
Entre los asistentes que han formado parte de esta gran familia destacan nombre ilustres como el de la atleta María José Pueyo, olímpica en los Juegos de Pequín 2008, o el egarense Jaume Leiva, campeón de España de media maratón. También a menudo pueden aparecer caras conocidas como la del periodista Xavier Bonastre, el actual vicepresidente de la Federeació Catalana d’Atletisme, Josep Maria Antentas, o la popular atleta maratoniana local Anna Cos.
Toda persona que ame este deporte tiene una cita el próximo sábado en la masía de la Torre de Mossèn Homs. En tan sólo una sesión podrá juzgar si el ambiente es de su agrado y decidir si acude la siguiente semana. Eso sí, la licencia de “mossenaire” sólo se obtiene mostrando fidelidad. Y es que otra de las reglas básicas de este grupo tan singular es que para ser considerado un miembro debes asistir al menos a tres sesiones, tal y como aclara Pep Moliner. “Si vienes un día, puede que no te guste; si vienes dos, es para asegurarte; pero cuando asistes por tercer sábado es porqué ya eres uno de los nuestros”, apunta entre sonrisas.
Al final de la sesión, los rostros de los “mossenaires” reflejan un estado de ánimo indescriptible. Tal vez conceptos como felicidad, paz interior o equilibrio emocional se acerquen a definir la satisfacción de todos esos cuerpos atléticos. Seguro que en este aspecto también existirá una enorme variedad de sensaciones, aunque muchos concluirán que esa es la razón por la que nunca eluden a su cita de cada sábado por la mañana.