En el infierno de Mauthausen también había sitio para la solidaridad. Así lo muestra el libro “Els catalans als camps nazis”, escrito por la periodista Montserrat Roig en 1977, en que aparece la referencia a Josep Escoda, amigo de Josep Julià en el recinto. Escoda, que sobrevivió al campo, dice: “Un amic meu, en Josep Julià, de Terrassa, el van posar a part per portar-lo a Gusen. Deien que l’enviaven a un sanatori. Jo no el volia deixar anar sol. Em vaig esquitllar dins del seu grup. El secretari de la barraca em va apartar […] Després, quan ja se n’anaven, em va bramar que si és que m’havia tornat boig, que Gusen no era un sanatori, que hi moririen tots. […] Mai sabies per què mories. Era tan estrany, aquell món…”.
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hacia mauthausen
El pasado de la familia Armengol Julià está ligado al pueblo de Castelnaudary, al noreste de Francia. Una parte de sus miembros -con Josep Julià incluido- pasaron allí diez años, después de que decidieran exiliarse tras la Guerra Civil española. Mercè Armengol Julià, sobrina de Josep (y hoy vecina de Terrassa) nació en el año 1947 en aquella pequeña localidad de un país que para sus padres, Antoni Armengol y Marina Julià, no dejaba de ser extraño. “Pese a la angustia que todos sentían por la suerte que pudiera correr Josep, mi familia trató de llevar una vida tan normal como fuera posible en el exilio”, explica Mercè. “Tanto mi abuelo Domingo como mi padre Antoni trabajaban e intentaban adaptarse al día a día. Aunque cuando los miembros de mi familia partieron a Francia, nunca pensaron que tardarían casi diez años en volver a Terrassa”, añade. “Siempre tenían la sensación de que mañana regresarían”, comenta. Pero ese anhelado mañana tardó bastante tiempo en llegar. Más del que podían suponer.