Terrassa

Un despacho es una oficina de derechos

"Sois garantes del Estado de Derecho, pero sobre todo defendéis a personas". Ignasi Puig vivió el viernes su primera fiesta de Sant Raimon de Penyafort, patrón de los abogados, como decano del Col•legi d’Advocats de Terrassa y lo hizo emplazando a los nuevos letrados a respetar a sus colegas y a los jueces, y las normas deontológicas, y a defender los derechos humanos. Y tuvo palabras elogiosas hacia su predecesor, Miquel Sàmper, quien recibió la Creu de l’Advocacia Catalana en el acto solemne celebrado en el Teatre Principal.

Puig subrayó la "excelencia" de Sàmper como decano egarense y presidente del Consell de l’Advocacia Catalana, recordó algunas de sus aportaciones, como la creación de la oficina de intermediación hipotecaria y las gestiones con la Generalitat para el pago puntual del turno de oficio y de asistencia a detenidos, y concluyó su panegírico afirmando que le había puesto "el listón muy alto". A continuación el decano dedicó el resto de su discurso a los flamantes trece abogados recién incorporados a la profesión, y les instó a ponerse en el lugar de sus clientes, de unas personas que se desnudarán de cuitas con ellos, y ellos, como abogados, deberán actuar como médicos "que detectan el problema, lo diagnostican y extienden recetas".

La confianza es esencial en la relación y si esa confianza se tambalea, mejor dejar el nexo. Los jueces, añadió Puig, serán buenos si los letrados lo son también. "No hay mejor mérito que leer tus argumentos jurídicos en una sentencia, hayan sido estimados o no", comentó, para luego conminar a los abogados a trabajar en pos de la prueba: "lo importante no es tener razón, sino que te la den". Las invocaciones a la defensa de los derechos fueron constantes en el discurso de Puig, que evocó una frase de Carlos Carnicer, presidente del Consejo General de la Abogacía Española: "en cada despacho (de abogados) hay una oficina de derechos humanos". Pere Soler, terrassense, letrado y director general de Serveis Penitenciaris de la Generalitat, aconsejó a los nuevos togados "que escuchen mucho a los más veteranos y respeten a los clientes".

No sólo las incorporaciones protagonizaron el acto. También Josefa Tortosa, abogada con cincuenta años de colegiación, aún en activo. Ella, que recibirá la medalla de oro, no pudo asistir a la ceremonia, pero sí lo hicieron otros protagonistas distinguidos con la medalla de plata: aquellos abogados que han soplado las velas de sus primeros veinticinco años de ejercicio, aquellos letrados que entraron en la abogacía cuando acababa de caer el muro de Berlín, cuando (como recordó un mensaje en pantalla) Barack Obama estudiaba derecho en Harvard, cuando no había teléfonos móviles por doquier, ni ordenadores portátiles, ni internet.

Lo rememoró Berta Alegre, en representación de los esos veintidós homenajeados. Un par de décadas y un lustro después, luego de horas y horas de estudio, de reciclaje, de cambios tecnológicos en su momento impensables, "cada día partimos todos de la misma línea de salida para llegar a la misma meta, la del trabajo bien hecho".

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